Esta página se la dedico a mi gran amigo Fernando Alcón por su gran amor a Alpuente
Esta Página web de Alpuente se centra más en el pasado que en el presente. Por eso sería injusto pasar por alto la figura del pastor como personaje necesario en el desarrollo de una economía de subsistencia como la de la primera mitad del siglo pasado en estas Hoyas. Para ayudar a la mermada economía familiar además de contar con la caballería de labranza, era necesario un rebaño de ovejas , bien compartido por varios dueños, o de uno solo si éste era más o menos pudiente. La figura del pastor estaba asociada en el primer tercio del siglo XX y anteriores a un oficio necesario para el sostenimiento de la familia campesina.
Desafortunadamente este oficio era con gran frecuencia desempeñado por los miembros más jóvenes de la familia, niños de nueve o diez años en adelante, debido a que la pobreza existente exigía que todo miembro de la familia ayudase al mantenimiento de la misma, algo que si ocurriera hoy en día no sería permitido y además rechazado por la sociedad entera. Cuéntame un amigo oír decir a su madre como ésta a la edad de nueve años, junto a un hermano un año mayor, cuidaban de un rebaño de ovejas. Acudían desde la aldea de Las Eras a la partida de los Barrancos distante unas dos horas, saliendo de su casa con el hato preparado para toda la semana, volviendo a casa el domingo para oír misa y tornando otra vez a cuidar el rebaño.
Era el oficio de pastor de ovejas en aquellos tiempos no tan lejanos, un oficio sacrificado, escasamente retribuido, mal alimentado y lleno de penuria. Normalmente con una sartén de gachas por la mañana --cuando las había-- y un trozo de pan con una sardina o un trozo de tocino para el mediodía. Su única compañía era su manta y su zurrón que juntamente con sus ovejas iban siempre tras los escasos pastos que estas montañas les brindaban. Hoy todo ha cambiado. Ha cambiado hasta el oficio de pastor en estas Hoyas. El pastor de hoy lleva por término medio un rebaño de 300 ovejas, un transistor, su teléfono móvil y dos buenos perros para su ayuda. Acude a recoger el rebaño en su vehículo y recibe ayuda del Estado. Se puede decir en esto, no siempre los tiempos pasados fueron mejores.
Por mil novecientos veinte
según la Historia recuerda
era normal y corriente
que cada casa tuviera
como medio imprescindible
para cultivar la tierra
dos machos para labranza
y un buen rebaño de ovejas.
Por eso era importante
en las familias aquellas,
los pastores que abundaban
en Alpuente y sus aldeas.
Y es por eso que al pastor
saquemos hoy en escena
para darle el homenaje
que su vida mereciera.
del verano y del invierno
sufriendo las inclemencias,
monte arriba y monte abajo
un tras otro, brega,
absorto en su humilde oficio,
ajeno a toda contienda,
que con cariño y esfuerzo
sólo en sus ovejas piensa;
que las llama por su nombre
y le responden atentas;
y él les busca buenos pastos
y a beber agua les lleva,
y su vida les dedica
con sacrificio y entrega.
Solitario por los montes
entre vaguadas y crestas
sorteando los peligros
de los riscos y las fieras,
metido entre los arbustos
por monte bajo y malea,
calzado con burdos zuecos,
con albarcas o esparteñas,
soportando en pies callosos
del suelo la gran dureza;
con el garrote en la mano
y en el zurrón la merienda,
y la zamarra y la honda
y la manta a la chamberga;
Tocaba el pito o la flauta
y cantaba en la ladera,
y mientras pace el rebaño
o en el verano sestea,
al calinche y la toña
con otros pastores juega,
o si se ve solitario
toca, canta, mira o reza,
que el escenario es divino
y para todo se presta,
y la vida del pastor,
por divina Providencia,
aunque con aspectos duros,
es feliz a su manera.
Nadie mejor que don Valeriano Herrero con su poesía "Viva el pastor
de mi tierra» (Miscelánea Poética Alpontina) refleja la figura del pastor, tan abundante en Alpuente y sus aldeas. Sirva pues de homenaje, esta poesía de este insigne alpontino.
D. Valeriano Herrero nos da testimonio en su libro de cómo era la vida del pastor. Levantábase muy temprano y después de almorzar pronto y deprisa una sartén de gazpacho, cogiendo su zurrón con su mermada merienda y su garrote, salía al apuntar el día en busca del rebaño que en algún corral –ya en la aldea, ya en el monte- encierra. Después le espera el recorrido por rastrojos y laderas, subiendo y bajando montes en busca del alimento de sus ovejas, sin tener en cuenta ni las inclemencias del tiempo ni los días de fiesta. Por eso sigue cantando en sus versos…
“Merece gloria y honor
del mundo un pastor cualquiera,
y nosotros se lo damos
con alegría y con fuerza,
porque fue pieza importante
en Alpuente y sus aldeas,
por recordar su figura
a generaciones nuevas;
porque su labor humilde
se margina y se desprecia;
porque en los siglos futuros
tenga memoria perpetua.
Por todo eso clamamos ¡VIVA EL PASTOR DE MI TIERRA!