Este verano un grupo de personas se quejaron al ayuntamiento que las campanas del reloj no les dejaba dormir por las noches pues daban los cuartos, la media y las horas. Así que decidieron realizar una recogida de firmas y las presentaron al ayuntamiento. El ayuntamiento haciendo caso a estos vecinos decidió suprimir los cuartos y que el reloj de la iglesia tan solo diera la media y las horas.
Pero nunca llueve a gusto de todos así que otro grupo de alpontinos enfadados con la decisión del ayuntamiento iniciaron recientemente una nueva recogida de firmas para reinstaurar el toque de los cuartos.
Recuerdo que nuestro primer verano en Alpuente allá por el año 1993 alquilamos al casa de Juan Ubaghs de Santa Águeda que como todos sabéis se encuentra muy cerca de la iglesia así que la primera semana por la noche recuerdo que escuché todas las horas y los cuartos. Milagrosamente a la semana siguiente dejé de escuchar el reloj. Pero este fenómeno no solo me ocurrió a mí sino a mi mujer y a mis hijos. Este fenómeno lo conocen todos los médicos y los psicólogos y es que nuestro cerebro deja de escuchar los sonidos repetitivos y rítmicos. Esto lo podemos comprobar en nuestra vida cotidiana cuando en una cafetería o en cualquier sitio público ruidoso necesitamos prestar atención a nuestro interlocutor. El cerebro entra en acción y filtra el ruido ambiental como haría un equipo electrónico de alta calidad que estuviera grabando un concierto en una sala repleta de público.
Las conclusiones son obvias:
1.-Conclusión: El primer grupo de visitantes no estuvo suficiente tiempo en Alpuente para que su cerebro actuara como filtraje de los sonidos repetitivos.
2.-Conclusión: Tomar decisiones lleva aparejado beneficiar a unos y perjudicar a otros.
La pregunta es: ¿Debe mantenerse los cuartos o debemos suprimirlos? Y esta pregunta viene a cuento cuando una apacible tarde de domingo, y cuando el problema parecía zanjado, se me pide que firme para apoyar la tesis de reimplantar los cuartos. El argumento es que el reloj de la torre sirve como medida del tiempo para los agricultores y para medir el tiempo de regadío en los huertos. El argumento no parece muy sólido en el siglo XXI donde todo el mundo lleva un móvil que incorpora un reloj con cronómetro y cuando apenas quedan huertos que regar. Sin embargo es la tradición y desde hace más de veinte años el reloj ha dado los cuartos, las horas y la media hasta que un grupo de personas solicitó este verano su abolición. Así que firmé.
Ahora la decisión está en manos de la corporación local.