Albadas Villa de Alpuente

Era tradición cantar albadas. Éstas se dedicaban a algún vecino o vecina y bien contenían alabanzas o bien burlas. Se cantaban durante la noche de Navidad acompañados de un gran farol, siendo cantada verso a verso por uno de los de la comitiva y repetida a coro por los acompañantes. A cambio recibían los aguinaldos de las personas homenajeadas, que muy bien venían para continuar la fiesta hasta altas horas de la madrugada. Esta costumbre se ha perdido y ya no se celebra. Durante la Guerra Nacional de 1936 se interrumpieron, cantándose por última y única vez en el año 1947. Era entonces Alcalde de la Villa D. Florentín Peñalver que autorizó a los «mozos» seguir la tradición y cantar las albadas, en contra del entonces comandante del Puesto de la Guardia Civil, Cabo Maestre, que en un principio trató de prohibir las mismas, ya que en esa época había un fuerte control por parte de las Autoridades. Se cantaron y todavía viven los intérpretes de las mismas y que según cuenta Conrado Feltrer, él mismo cantó la dedicada al Alcalde y otra a la hija del herrero del pueblo, Adela, todavía niña. Enrique Guayta le cantó a la que después sería su esposa Mercedes Feltrer, y Mariano Hernández cantó la dedicada a la Virgen.
Aún se conserva la letra de algunas de ellas, que nos manifiestan el ingenio y la gracia de estos cantos. Como prueba de ello la dedicada a un vecino del pueblo llamado Mandelo, y la dedicada a D. Nicomedes, médico y Juez de la Villa en aquella época.Albada dedicada al médico alpontino D. Nicomedes Cortés.

Texto extraído de la imagen:

  1. Saludo a D. Nicomedes,
    Juez Municipal de Alpuente,
    Médico de los mejores
    muy honrado y eminente.
  2. Saludo a Dª Clemencia
    a la preciosa Angelina,
    a Rodriguíto y a Hernán,
    a la pequeña Marina,
    familia de Nicomedes,
    Juez y Médico de Alpuente.
  3. No te puedes figurar
    la alegría que sentí,
    cuando me tocó cantar
    una albada para ti,
    que de todos los paisanos,
    eres el más consecuente.
    Médico.
  4. Sin ruidosos pergaminos
    y en la heráldica blasón,
    eres más noble que todos
    porque lo es tu corazón.
    Loor a ti Nicomedes,
    honra y prestigio de Alpuente.
    Médico.
  5. Por tu gran locuacidad,
    tu rica imaginación
    y simpática amistad,
    no tienes comparación,
    eres, diciendo verdad,
    el que más bien hace a
    Alpuente.
    Médico.
  6. Sal Cortés, sal al balcón,
    y a todos los que aquí estamos,
    saluda con efusión
    porque siempre te cantamos,
    digas dos palabras tuyas
    que el ingenio eres de Alpuente.
    Médico.
  7. Ya me despido de ti
    y de tu esposa querida,
    de Rodriguíto y Hernán,
    de Angelina y Marina.
    Adiós faro del Oriente.
    Médico.

Albada cantada a Mandelo, vecino de la Villa en aquella época de la segunda década del siglo pasado.

Texto extraído de la imagen:

1.- A Mandelo zampatorrtas
venimos a saludar,
cuatro amigos muy antiguos
vecinos de este lugar.

2.- Han sabido en los Barrancos
el caso tan singular
que le pasó con el perro
poco antes de cenar.

3.- Había hecho la Mandela
un guisado con garrones
y lo dejó al cuidado
de Mandelo el muy botones.

4.- Al calorcillo del fuego
se puso amodorrado
y echado sobre la silla,
del puchero se ha olvidado.

5.- Seguramente el morapio
trasegado en dos barrales,
lo dejó medio dormido,
atolondrado y mochales.

6.- El perro que se dio cuenta
del estado de su amo,
se introdujo en la cocina
sin mover siquiera el rabo.

7.- Y aproximando el hocico
a aquel ventrudo perol,
le quitó la cobertera
con mucha gracia y primor.

8.- Aquel tufillo goloso
que tanto agrada a los canes,
hizo volcar el puchero
sin gastar más ademanes.

9.- Y comiéndose la carne
y rosigando los huesos,
le sorprendió la Mandela
cuando no quedaban restos.

10.- No sabía ésta que hacer
ante aquel puchero roto.
Mandelo estaba abobado
y la mujer como un diablo.

11.- A ti, le dijo a Mandelo,
te debía de arrastrar
o romperte una costilla
por muy tonto y animal.

12.- Gracias, contestó Mandelo.
¿Cuando te podrás callar?
Cuando a mi me dé la gana
o te lleven a enterrar.

13.- En esto que entró Bolinches
con Celso y Blas Merino
y apaciguaron la escena
entre mujer y marico.

14.- Otra vez no se ocurra
si te dejan el puchero,
dejarlo así abandonado
al cuidado de tu perro.