La comodidad del sofá

Decía Wayne W. Dyer en su libro “Your Erroneous Zones” que hay dos tipos de personas: los hacedores y los críticos. Algún otro ilustrado del que no recuerdo el nombre ahora jugó con la misma idea, pero cambió los epítetos por escritores de libros y críticos de libros. Las dos opciones juegan con la misma premisa: en esta sociedad nuestra podemos encontrarnos con personas que hacen cosas y personas que critican a los que hacen cosas. A todos nos gusta ser críticos. Al fin y al cabo, es la opción fácil. Se ha demostrado con los recientes acontecimientos ocurridos en este mundo. Hoy en día, cualquiera sentado en su sofá, y con la cómoda armadura del anonimato de una pantalla de móvil o de un ordenador y un pseudónimo con gancho, puede lanzar cualquier comentario sobre el tema que le dé la gana. Le da igual el esfuerzo y el trabajo que haya costado hacer algo. Simplemente, está en su derecho de hacerlo. Porque nos han enseñado que tenemos que luchar por nuestros derechos. Pero se nos olvida que también tenemos obligaciones. Sin embargo, no se está tan dispuesto a cumplirlas. Cosas de la dualidad humana. Quizás sea esto de lo que hablaban los antiguos filósofos chinos cuando introdujeron la idea del Yin Yang. Obviamente, las críticas son bienvenidas, siempre y cuando sean constructivas, aporten algún valor y vengan con una solución o, como poco, una alternativa al problema que critican. Pero eso ya requiere más esfuerzo. Y parece claro que desde un sofá no se hace mucho esfuerzo. Así que los críticos suelen olvidarse de facilitar esa ayuda que debería dar una crítica. Como decía un personaje literario que me cautivó en su momento: no son nuestras habilidades las que muestran cómo somos, sino nuestras elecciones. También decía que pronto todos tendríamos que elegir entre lo que es correcto y lo que es fácil. Así que yo elijo ser un escritor de libros (como tú). Me divierto más con esa labor. Y me siento mejor conmigo mismo. Si lo hago bien o mal, ya lo dirán los críticos, que son ellos los que realmente saben. Aunque algo se estará haciendo bien cuando alguien se toma la molestia de hablar de ello.

Coronavirus: ¿Qué nos espera?

Covid 19

El futuro nos es desconocido para todos, pero podemos intuir o sospechar cómo se van a desarrollar los acontecimientos a la luz de lo que ha ocurrido y de lo que está sucediendo.

Después de año y medio de pandemia en la que la población con puntuales excepciones se ha comportado de manera ejemplar estamos cansados de medidas excepcionales, de la mascarilla, del aislamiento social y nos gustaría retomar nuestras rutinas anteriores. ¿Será posible en un plazo breve?

En mi opinión la respuesta es sí. ¿En que datos me baso para lanzar esa respuesta aparentemente tan optimista?

En primer lugar en la propia naturaleza del virus. Los virus como todos los seres vivos tiene como misión fundamental reproducirse. Solo pueden vivir en el interior de las células así si son excesivamente potentes acaban con la vida del huésped y su ciclo vital se agota. Así ocurre por ejemplo con el ébola, un virus mortal que precisamente por ello, su rapidez en propagarse es tan alta que mata a las personas que infecta y por lo tanto se rompe su ciclo reproductivo.

El Coronavirus, SARS-CoV2, es un virus tremendamente eficaz en su ciclo vital. En primer lugar tiene un R0, el índice de infectividad, altísimo. Una persona infectada puede transmitir la enfermedad a cinco personas. En el caso de la variente delta el R0 se ha visto que puede alcanzar un valor de hasta 10 personas. Pero además posee otra característica que le permite extenderse rápidamente. Desde que una persona se infecta hasta que desarrolla los síntomas pueden pasar hasta más de siete días. Durante ese tiempo esa persona “sana” transmite el virus a todos sus contactos. Podemos alejarnos de las personas enfermas pero no de los “sanos” que en realidad son ya portadores del virus. Por otra parte tiene un índice de letalidad muy bajo lo que permite que las personas sobrevivan y sigan extendiendo el virus.

Después de haber leído el párrafo anterior el lector se preguntará y ¿donde están los motivos para el optimismo?

Las vacunas de RNA modificado, Moderna y Pfizer, están demostrando ser muy eficaces. También lo son la AstraZéneca o la Jansen aunque con un porcentaje ligeramente inferior. Y sus efectos secundarios han sido hasta la fecha mínimos si comparamos con el volumen de vacunas administrados. Es cierto que han muerto algunas personas y otras han sufrido trombosis o eventos no deseados pero como ya se comentó en otro artículo (véase “El riesgo de vivir”) la seguridad absoluta o la ausencia de riesgo es sencillamente imposible. Tenemos que guiarnos por la ecuación riesgo/beneficio y esto es así para cualquier decisión que tomamos en nuestra vida cotidiana.

La protección frente a la variante delta de ambas vacunas es muy alta incluso después de seis meses de haber sido administrada.

Por otra parte los virus con el paso del tiempo, llevamos ya más de 18 meses de pandemia, tienden a perder agresividad. Se produce un fenómeno de selección natural donde los seres vivos más sensibles o vulnerables al virus son presa fácil del mismo y el resto de la población de manera natural, infección o contacto, o artificial, vacunas, adquiere un cierto grado de resistencia. Este fenómeno descrito así puede parecer cruel. Pero forma parte de la historia de la humanidad y de la medicina. Poco a poco la población diana del virus se va agotando y por lo tanto su capacidad de infectar o su R0 disminuye.

Algunos epidemiólogos afirman que al igual que se hizo con el sarampión es posible que se pueda erradicar el SARS-CoV2. Tal es el caso de Nick Nilson y su equipo de Nueva Zelanda que publicaron en Julio de este año en la revista BMJ Global Health un artículo en la que insistían en que no se debe perder la esperanza de erradicar el virus 1 y creen que esta posibilidad es muy probable.

Para ello es necesario seguir con las campañas de vacunación extendiendolas hasta los 12 años y tratar de alcanzar el 100% de la población diana. Es sin duda un objetivo ambicioso pero no imposible.

Mientras tanto seamos prudentes. Las vacunas no protegen al 100% y hay personas que incluso con la pauta completa se han infectado. Utilicemos la mascarilla en lugares cerrados y concurridos. Las personas con pauta completa es muy poco probable que transmitan la enfermedad aunque no imposible.

Creo que lo peor de la pandemia ha quedado atrás y la «normalidad» volverá a nuestras vidas.

¡Sea!

1We should not dismiss the possibility of eradicating COVID-19: comparisons with smallpox and polio. Nick Wilson,1 Osman D Mansoor,2 Matthew J Boyd ,3 Amanda Kvalsvig,1 Michael G Baker1. BMJ Global Health. July 2021

Chocolate, pizza y morcilla de cerdo igual a… Alpuente:

 

PedroCrisBegoRecortada

 

 

Sabemos que el chocolate es un producto americano y se dice que Moctezuma atribuía su energía y vigor a este producto. Por otra parte cuenta Bernal Díaz del Castillo que a Hernán Cortés también le gustaba compartir el chocolate con el emperador Mejicano .

La pasta con la que se elabora la pizza procede de la harina del trigo. La harina se conoce en occidente cientos de años antes de Cristo y la morcilla se viene elaborando en Alpuente desde tiempo inmemorial.

Lo que ya no resulta tan corriente es combinar estos tres elementos para elaborar un plato típico y singular.

Pedro González,  de l a Cueva, ha conseguido combinar estos tres elementos  y reunirlos en una pizza a la que ha bautizado con el nombre de  «Alpuente»

He de reconocer que durante meses he visitado La Cueva, he probado sus carnes, sus pizzas pero me resistí a probar la pizza Alpuente.  Este fin de semana caí en la tentación y he de reconocer que la experiencia bien vale el adjetivo de excelente.

Cómo se le ocurrió a Pedro González combinar estos tres elementos es algo que pdemos describir con sus propias palabras:

«Siempre quise elaborar un pizza con chocolate. No conozco en ningún sitio que se haya elaborado una así. Así que estuve pensando que podria combinar con el chocolate para complementar el sabor y llegué a la conclusión de que el elemento perfecto sería la morcilla a la que le añadi un poco de picante.»

El resultado final es un plato exquisito que estoy seguro será del agrado del lector.

Desde aquí felicitamos a Pedro González, su creador y al brazo ejecutor, Begoña, que desde los fogones se encarga de llevar a cabo el experimento culinario de nuestro buen paisano Pedro.

 

Pizzaalpuente

 

Proyectando una película

Cuando entré a formar parte del grupo de personas que escribían artículos/relatos/noticias/opiniones en la web de la asociación, se me pidió que intentara no tocar temas políticos ni religiosos ni sexuales. Aunque creo que estoy bastante seguro de que no voy a tratar nada referente a las dos últimas temáticas, no estoy tan seguro de la primera, por lo que empiezo ya aclarando que ésto es una opinión subjetiva mía y de nadie más, y aunque el resto de miembros de la junta directiva me ha dado su permiso para colgar este escrito, quiero desvincular mis palabras de ellos, sobre todo en el caso de que alguien se sienta molesto, lo que ya aclaro que no es mi intención. No obstante, ya aviso que lo que voy a exponer, en realidad no lo considero ninguna crítica política, sino más bien mi parecer ante unos hechos que considero incorrectos.

Aún así, creo que es de recibo que todos nuestros socios conozcan no sólo las actividades que conseguimos realizar, sino también aquellas que se quedan en el tintero, como es (o va a ser) ésta de la que voy a hablar.

Voy a repetir mis palabras iniciales… cuando entré a formar parte (ahora empieza lo nuevo) de la junta directiva, lo hice con varias propuestas bajo el brazo. Como es lógico, algunas fueron aceptadas y aprobadas y otras no.

En la última reunión de la junta directiva que realizamos, en especial para preparar la asamblea extraordinaria de socios del pasado febrero, pero también con algunas propuestas en previsión de los acontecimientos, volví con una de aquellas primeras propuestas: realizar un ciclo de proyecciones cinematográficas en la “Casa de la Cultura” de Alpuente.

Desde niño siempre había pensado que el salón de actos de la casa de la cultura podía utilizarse para esta actividad. Qué mejor emplazamiento que éste, en el que habían butacas, radiadores, proyector y pantalla. Por eso, en este último intento decidí indagar más sobre el tema y lo propuse al resto de la junta. Para mi satisfacción, ellos aceptaron.

Dadas las condiciones de la actividad (necesidad de un edificio público y aprobación por parte del ayuntamiento), decidimos ir por lo legal (algo que yo ya había contemplado). Pero sobre todo lo hicimos así para tranquilidad nuestra, de los socios y de la asociación. Por esta razón, yo ya llegué a la reunión con los deberes medio hechos: sabía a grandes rasgos lo que necesitábamos, había leído multitud de artículos legislativos, había entrado en foros sobre el tema, había hablado con personas en similares situaciones… en resumen, me lo había currado.

Tras la aprobación, que como he dicho se me dio, empecé a meterme de lleno en el asunto. Lo primero que hice fue hablar con la SGAE. Para mi sorpresa, ellos no nos pusieron ningún inconveniente, siempre y cuando pagáramos el canon de derechos de autor correspondiente. Dado que queríamos hacer proyecciones gratuitas para todo el público (socios y vecinos) y sin ningún ánimo de lucro (no íbamos a cobrar entrada, no íbamos a vender palomitas, ni bebida, ni nada parecido, como algunas personas nos comentaron), el precio a pagar era irrisorio para la fama que tiene esta entidad: unos 18 € por sesión, entendiéndose como sesión, la proyección de dos películas seguidas con una diferencia máxima de 30 minutos entre la finalización de la primera y el comienzo de la segunda. Esto era genial, porque nos permitía proyectar una primera película de índole infantil para los niños, y una segunda para un público adulto, igual que hacían otros colectivos de la zona. Además, era un precio que podíamos asumir. Pero la SGAE también me informó que era necesario obtener el permiso de la distribuidora en España para poder proyectar la película. Por tanto, sólo me quedaba seleccionar las películas, averiguar quiénes eran los distribuidores y hablar con ellos.

Ya que íbamos a iniciar esta aventura, me apetecía que proyectáramos películas con cierto mensaje social, por lo que para esta primera ocasión había elegido “American History X” y “Philadelphia”. La elección de las infantiles se la dejé a una persona versada en este tema, ya que era madre (cosa que yo no soy, ni padre tampoco, por lo que no estoy muy metido en el tema). Me puse en contacto con EGEDA (Entidad de Gestión de Derechos Audiovisuales, en realidad es una sociedad, algo así como una especie de sindicato del sector) y ellos me dijeron que los derechos de “American History X” habían caducado (lo cual era genial porque no habría ningún inconveniente en proyectarla), pero los de “Philadelphia” no, por lo que debía “solicitar” (ya entenderéis por qué lo pongo entre comillas) el permiso de proyección. Para ello, ellos mismos me facilitaron un contacto de una empresa de gestión de derechos de proyección. Al principio desestimé este contacto, porque yo quería hablar directamente con las distribuidoras, esperando que al tratarse de una actividad gratuita y sin ánimo de lucro (me reitero en esta postura), no pusieran muchos inconvenientes (ni legales ni económicos).

Después de mucho navegar por la red y de “googlear”, la encontré y pude hacerme con un teléfono de contacto (ningún correo electrónico). Así que llamé. La distribuidora me dijo que ellos no gestionaban los permisos de proyección, por lo que debía morir en una de las empresas de gestión de derechos de proyección, y me facilitaron un contacto de otra de estas empresas. Así que, resignado, hablé con ellos (con muchos ellos).

Resumiendo, que ya he hablado mucho y aún me queda bastante. Aproximadamente, por la proyección de la película debíamos pagar alrededor de 200 € por pase, lo que quiere decir que si yo quería ponerla dos veces, tenía que pagar 400 € (200 por cada proyección). Y estamos hablando de una película de la década de los noventa, nada reciente ni recién estrenado (algo imposible porque no lo permite la ley), además de que éste era el precio por hacerlo en las condiciones arriba explicadas: sin ningún ánimo de lucro y entrada gratuita para todo el mundo. En el caso contrario, el precio aumentaba (tanto el permiso de proyección como el canon por derechos de autor). Como supongo que habréis supuesto, estas cantidades no se las puede permitir la asociación.

Y esto pasa por intentar hacerlo de forma legal. Cuan fácil habría sido no hablar con nadie y hacerlo sin más, como han hecho otros colectivos, tanto de Alpuente como de otros municipios de la Serranía.

¡Ojo! No os estoy criticando al resto, no es esa mi intención, de hecho os apoyo después de los periplos en los que me he visto envuelto con este asunto (algo que ya hacía de antes también). Tanto es así que hablé con muchos de vosotros antes de enfrascarme en ésto, para conocer vuestras experiencias. Pero yo quería hacerlo de forma legal. Llamadlo manía mía. Y no ha podido ser.

Seguro que el sagaz lector habrá pensado que dado que la película “American History X” no tenía ningún tipo de derecho porque habían caducado, ¿por qué no proyectar películas de esta índole?. Bien, también lo he intentado. Pero nadie, ni SGAE, ni EGEDA, ni ninguna empresa de gestión de derechos de proyección me facilitaba un listado con películas de este tipo. Debía buscarlas yo y preguntar una por una. Algo que, lamentablemente, carezco de recursos para hacer; y la asociación tampoco puede llevar a cabo.

Lo cual me lleva a no entender que después a estas entidades les sorprenda e indigne que la gente piratee. Porque, admitámoslo, con la ley en la mano, yo no puedo comprarme un dvd de una película y ponerlo en una fiesta de cumpleaños de niños. Eso es piratería. Y no hablemos ya de bajarme la película de internet sin pagar nada para uso privado y doméstico, no para venderla.

Mi pregunta es la siguiente: ¿quién es el pirata? Para mi, el pirata es una entidad que intenta ganar dinero con el trabajo de otros. Porque estas empresas que gestionan los derechos, no creo que vayan a pagar mucho al actor, o director, o guionista, o figurante, o estilista, o un sinfín de profesionales que trabajan en el sector cinematográfico. Esta gente ya ha cobrado. Un ejemplo muy claro (salvando las distancias, por supuesto): la trilogía completa de “El Hobbit” ha costado la friolera de 500 millones de dólares (céntimo arriba, céntimo abajo); la primera parte ha recaudado en los cines ella solita algo más de 1.000 millones de dólares, y lo mismo ocurre con cada una del resto de las partes. Haciendo un cálculo sencillo, eso son unos 3.000 millones (de nuevo céntimo arriba, céntimo abajo), lo que suma un 600% de recaudación con un 500% de beneficios.

Y esta gente, estos intermediarios, quieren sacar tajada a costa del intento de personas como nosotros que lo único que queremos es llevar algo de cultura a sus congéneres, sin haber hecho ellos nada por contribuir a la creación de esa obra. Pienso que una actividad como ésta: gratuita y sin ánimo de lucro (creo que ya es la última vez que lo digo en el escrito), debería ser mucho más sencilla de tramitar en lo referente a criterios legislativos y económicos.

Vuelvo a preguntar: ¿quién es el pirata?

No hace falta que respondáis, yo lo tengo claro.

No obstante, aún queda un último cartucho por quemar, aunque aleja un poco la intención primera que yo tenía con esta actividad. Pero me niego a aceptar que no podamos llevar cine legal a Alpuente, aun cuando la posibilidad de éxito es muy ínfima.

Saludos y disculpad mi indignada parrafada.

UN PASEO MEDIEVAL POR EL REINO DE NAVARRA.

 

Autor: Elvira Galindo.

Desde que salí de Pamplona sabía que la N-111 sería mi compañera, mi lazarillo fiel que me conduciría por el paseo medieval que tanto deseaba hacer. Ya oía las voces de un pasado de reyes, castillos, monjes, monasterios y preciosas iglesias románicas y góticas

Desviándome un poco visité Uterga, Muruzábal y Obanos, tres pueblos que me recibieron con aire perezoso porque era muy temprano, pero pude contemplar la belleza de su variada arquitectura civil, casas de cantería con arcadas góticas. Son coquetos y me gustaron.

Desde Obanos o Muruzábal podéis desviaros hacia la iglesia de Santa María de Eunate, que la encontraréis allí, en medio de la nada, fotografiada millones de veces y decorada con historias de templarios y conspiraciones mágicas.

Llegué a Puente la Reina,  pueblo precioso, señorial, sorprendente, nacido por y para la ruta a Santiago. Tiene una rectilínea calle Mayor que arrulla al viajero desde la entrada a la salida.

¡ Es muy fácil sentirse antiguo peregrino al pisar los suelos hechos de cantos rodados !

Al recorrer esta calle Mayor es imposible no prestar atención a una torre que parece tocar el cielo, la de la Iglesia de Santiago que tiene también dos portadas románicas muy bonitas.

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Me encantó el puente románico sobre el río Arga al final de la calle y del pueblo. Sus seis arcadas son del siglo XI y, probablemente, lo mandó construir para el paso de peregrinos la reina Doña Mayor.

Mi querida compañera N-111 me llevó hacia Cirauqui (nido de víboras en euskera), un pueblo medieval en lo alto de una colina que tiene una iglesia con portada románica del XIII muy bonita. ¡ Hubo que sudar un poco al subir por las calles empinadas y adoquinadas hasta llegar al centro !

Los indicadores decían Lorca, Villatuerta …, pero mi destino era Estella, Estella la Bella, como la llamaban los viajeros en el siglo XV.

El curso del río Ega me llevó hasta el origen de Estella, la rúa Curtidores.

Había leído que de una originaria villa pastoril denominada Lizarra (término que designa a un fresno en euskera), se transformó en L’ Izarra que se puede traducir como estrella y que en la lengua de los foráneos, el occitano, quedó plasmada como Estela.

Un paisano me ayudó a aparcar. El señor en cuestión me dijo :

” Aquí el pan es bueno, el vino excelente, la carne abundante y esta ciudad rebosa todas las delicias arquitectónicas. Mire y observe el convento de Santo Domingo que lo tenemos delante. No deje de admirar la Iglesia de San Pedro de la Rúa, el Palacio de los Reyes de Navarra …, en Turismo le darán un tríptico informativo”

Le pregunté sobre el templo que me había recibido y que quedó grabado en mi retina por negruzco, medieval a rabiar y erosionado como una roca de mar. Hablamos de la iglesia del Santo Sepulcro.

Enseguida vi que en este barrio se arremolinan los edificios más añejos. Caminando llegué al entorno monumental de la plaza de San Miguel, un tranquilo y reducido espacio en cuyo centro se sitúa la famosa Fuente de Los Chorros ( la conocen como La Mona).

Frente a ella el antiguo Ayuntamiento del siglo XVIII actual juzgado-; y al otro lado el Palacio de los Reyes de Navarra y la iglesia de San Pedro de la Rúa. Estas construcciones románicas forman un rincón especial de singular encanto y crean esa atmósfera medieval que tanto nos gusta a muchos viajeros.

Era jueves y había mercado en la Plaza de los Fueros. Esta plaza representa el punto neurálgico de la villa y es allí donde podemos encontrar a un vecino si no está en su casa.

Crucé el puente del Azucarero, caminé por la calle Zapatería que enlaza con la calle Mayor, donde están la mayor parte de comercios con solera.

Siempre me han atraído los mercados de los lugares que visito; quizá es porque puedo llenar todos mis sentidos con sus colores, olores, ruidos, sabores y texturas; por eso los visito.

El bullicio cercano anunció mi cita con los productos de la tierra. Había toda clase de hortalizas, pimientos del piquillo y espárragos, quesos artesanos hechos en pueblos cercanos y también caldos de la tierra.

Busqué la pastelería de Ángela que me habían recomendado. Su especialidad son las Alpargatas, pastelitos de hojaldre y crema de almendras. ¡Buenísimos!

Me dijeron que en uno de los soportales de la plaza hay una placa que cita: “Residencia de Carlos de Borbón durante la última guerra civil. Siglo XIX” Hace referencia a las últimas luchas con los carlistas que históricamente tenían aquí uno de sus feudos.

No la encontré, pero nuestro Camino nos llevó al día siguiente al escenario de algunas batallas, el Montejurra, la montaña del carlismo, cerca del Monasterio de Iratxe.

El Monasterio de Iratxe se presenta en medio de campos de vides, como un atento vigilante del acceso a Montejurra.

Es de estilo medieval, renacentista y barroco, y tiene un aire enigmático porque se sabe poco de su origen. La auténtica joya es el Claustro, un remanso de paz y silencio.

Poco antes de entrar en la plaza del monasterio está la famosa fuente del Vino, un grifo “milagroso” que las bodegas Iratxe mantienen abierto, junto a otro de agua, en recuerdo de aquel fruto de la vid que servía de combustible a los antiguos peregrinos, recuperando la mitad de la ofrenda hospitalaria tradicional en la Edad Media, cuando a ningún peregrino se le negaba un trozo de pan y un vaso de vino.

Mi fiel compañera N-111 me llevó entre campos de cereales y viñas por terrenos llanos hasta Villamayor de Monjardín, pueblo que enseguida reconocí por los restos de su castillo que está en proceso de rehabilitación.

Después hacia Los Arcos, localidad con mucho ambiente jacobeo gracias a sus tres albergues. De nuevo me encontré otro pueblo de origen medieval con trazado urbano original; tiene una puerta de la antigua muralla, un puente de piedra y numerosas casas señoriales. Lo más visitado la iglesia de Santa María.

Nuestra ruta por tierras navarras estaba a punto de terminar, pero una agradable sorpresa nos esperaba: Torres del Río.

Es un pequeño y simpático pueblo de casonas barrocas que tienen escudos en sus fachadas y que esconde una joya que deleita a los amantes del románico: la iglesia octogonal del Santo Sepulcro.

Al contemplarla recordé Eunate al instante. Seguramente construida también por los templarios en el siglo XII. Tiene planta octogonal con tres cuerpos, rematada por una linterna también octogonal. En el tímpano de la entrada está la cruz patriarcal, símbolo de la Orden Militar del Santo Sepulcro.

Una nota en la puerta indica quien es la persona encargada de abrir la puerta para poder visitarla. Dos peregrinos en bicicleta se me adelantaron y pude visitar el interior.

Me pareció un templo pequeño si se compara con la altura que tiene. También muy austero, pero de una belleza envidiable. Me llamó la atención una imagen del Crucificado, de bella talla, una de esas joyas del románico que tan atractivo tienen.

Más tarde un rojo atardecer me inyectó una inyección de alegría, estaba muy cerca de fronteras riojanas, allí donde el Camino se junta con la N-111 me encontraría de nuevo con “mi caballero andante”

El doctor máquina

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El titulo del artículo no es precisamente muy afortunado pero la verdad es que después de meditarlo no encontré ninguno mejor. El doctor máquina no es un médico que es un “máquina” sino una máquina que hace las funciones de médico. ¿Es eso posible? En la actualidad todavía no. Pero sin duda lo será en un periodo de tiempo no muy lejano.
Allá por los albores de la informática Alan Turing se preguntaba si puede pensar una máquina. La prestigiosa revista Mind publicó en 1950 un artículo cuyo título en inglés era “Computing Machinery and Intelligence” Tres años antes Turing había expuesto en el National Physical Laboratory sus ideas sobre la posibilidad efectiva de simular la mente humana. Por aquel entonces este enunciado despertó una gran controversia.
Hoy 64 años más tarde muy pocos estarán en desacuerdo con el enunciado de que una máquina puede simular la mente humana y que en ocasiones una máquina puede mostrarse más lista y mejor preparada para resolver determinados problemas que los humanos. Así sabemos que existen máquinas que pueden jugar al ajedrez y ganar al más preparado de los humanos, máquinas que pueden resolver problemas matemáticos expuestos en un lenguaje natural tal como hacemos en clase a nuestros escolares, máquinas que pueden moverse por nuestra casa y realizar tareas domésticas. Es decir las máquinas son listas, simulan nuestra mente y pueden realizar tareas como realizamos nosotros en nuestra vida cotidiana.

Las máquinas están sustituyendo a los humanos en la vida laboral, en primer lugar en tareas tediosas,  rutinarias y sencillas, llámese una cadenas de montaje, apretar tuercas o colocar piezas, pero de manera cada vez más persistente las máquinas desplazan a los humanos en tareas más complicadas. Los ejemplos son infinitos, desde los más obvios como una excavadora que trabaja en la construcción y que sustituye a un buen número de operarios, la máquina que nos factura el equipaje en el aeropuerto y que sustituye al personal de tierra o el cajero automático que nos pone al día la libreta y nos facilita el dinero que le pedimos. Todas estas máquinas trasladan los puestos de trabajo de un lugar a otro. Antes para realizar una zanja se necesitaba mucha mano de obra y ahora tan solo un operario que maneje una excavadora. Los puestos de trabajo se han generado en donde se diseñó y fabricó la excavadora. La conclusión obvia es que los países que generen productos innovadores y sean útiles sustituyendo a los humanos prosperarán y los otros iremos a remolque. Pero todo esto que tiene que ver con el doctor máquina. El lector ya lo habrá adivinado.

En la actualidad a nadie se le ha ocurrido sustituir a un médico por una máquina pero se está produciendo el primer paso la informatización del acto médico. Primero se introducen datos, después se crea un árbol de decisiones y después… se sustituye al hombre. Esto es lo que ha ocurrido siempre en cualquier proceso de automatización, desde apretar tuercas a facilitar billetes en un cajero automático.
Con mis pacientes en ocasiones bromeo y les digo que es posible que en un futuro no muy lejano lleguen a la consulta y se encuentren con una ranura y una voz metálica que le diga: “introduzca su tarjeta de datos” A continuación introducirá un código de seguridad, como en el banco, y la máquina y el paciente tendrán acceso a todo el historial incluidos los medicamentos que toma, alergias, intervenciones o visitas a otros “médicos-máquina”. La siguiente pregunta obligada será “¿Qué le pasa?” La conversación se desarrollaría como lo hace en la actualidad un paciente frente a un médico de carne y hueso. El paciente expone su problema y el terapeuta dirige la conversación hacia los puntos que pueden ser relevantes y formula determinadas preguntas que pueden ser de interés cara a la toma de decisiones. Todo el proceso clínico, desde la entrevista hasta la toma de decisiones y el tratamiento, puede perfectamente en la actualidad ser realizado por una máquina. Es más, probablemente la máquina cometa menos errores y su índice de aciertos diagnósticos sea mayor que las de un humano.
En la actualidad una parte del proceso diagnóstico o terapéutico se lleva a cabo mediante protocolos o algoritmos que no deja de ser una manera “elegante” de automatizar determinados procesos. Se acepta que estos protocolos y algoritmos esten sancionados por sociedades científicas y se guían por criterios objetivos de lo que hoy llamamos la Medicina Basada en la Evidencia.
Todo esto es fruto no solo de un deseo, natural y lógico, de mejorar la calidad y la eficiencia sino de la existencia del tercer pagador o los seguros médicos. Llámese Seguridad Social o seguros privados.
Los seguros médicos ya sean públicos o privados aportan el espejismo de que la atención sanitaria no tiene precio. Como consecuencia de esta “ausencia” de costo o mejor podríamos llamarlo “tarifa plana sanitaria” (se paga lo mismo se consuma o no) la demanda de servicios médicos está creciendo en todos los países occidentales de manera exponencial. Pero se da la paradoja de la creciente demanda ha traído un abaratamiento de los servicios médicos. Así los profesionales sanitarios han visto disminuir sus ingresos o han tenido que aumentar su trabajo para ganar lo mismo. Este fenómeno no es solo español, aunque en España es más dramático, ha ocurrido en Estados Unidos, Alemania, Francia, Canadá, países con sistemas sanitarios muy diferentes. Porque en definitiva el fenómeno de medicalización de la vida cotidiana es universal en todo occidente.
Los médicos máquina aparecerán como una forma de rentabilizar un proceso que ha empobrecido a una clase profesional y será sin duda una forma de volver a recuperar parte de la eficiencia económica. Así en un consulta habrán varios médicos máquina que resolverán consultas cotidianas más o menos triviales o administrativas y el “supervisor humano” o médico jefe tan solo se podrá acceder a él bajo determinadas condiciones. Todo esto es sin duda “ciencia ficción” y probablemente las cosas cambien más deprisa de lo que imaginamos pero el autor está convencido de que los médicos máquina están a la vuelta de la esquina. Solo me queda decir : Dios nos pille confesados y que no se vaya la luz.

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Alpuente y los árboles

Si uno observa fotos de los paisajes de Alpuente, fotos realizadas hace más de cincuenta años, llama la atención que en los montes de Alpuente apenas existían árboles. Pero esto es así para casi toda España. A mediados del siglo XIX se inicia en España un moderado crecimiento económico y comienza a precisar importar madera. No se trataba de maderas preciosas, ni de calidad para elaborar muebles u otros productos sofisticados. Se trataba de madera vulgar de pino para encofrados, embalajes o para la construcción. Fue a partir de ese momento cuando se inicia en España una política de reforestación de los montes. Esta política continúa más tarde con la segunda república, ya en el siglo XX, y después con la dictadura franquista.

En los años sesenta y setenta se llevaron a cabo las repoblaciones de los montes que rodean Alpuente y personas que repoblaron esos montes han hablado conmigo recordando que cuando tenían catorce o quince años ayudaron a repoblar los montes. Hoy esas personas tienen 63 o 64 años es decir han pasado treinta años. Tendrán que pasar otros treinta para que esos bosques adquieran la veteranía o la solera de algunos pinares situado en lugares como Orihuela del  Tremedal, la Virgen de la vega, Alustante o Montanejos. Estas repoblaciones fueron criticadas hace años pero sin duda han permitido que la masa forestal en España haya aumentado notablemente y que a la sombra de estos pinos repoblados crezcan las encinas autóctonas y se regenere el monte primitivo.

Hoy el paisaje que rodea a Alpuente ha cambiado. Podemos observar la foto publicada en el libro de don valeriano “La villa de Alpuente” y la misma foto tomada hoy en día desde el mismo lugar y podemos comprobar una pequeña pero significativa diferencia. Corresponde a una vista de Corcolilla. Esta ladera estaba cubierta en el Siglo XVI por un hermoso Carrascal que se quemó o fue quemado (?) en dos ocasiones. En la primera ocasión el bosque pudo recobrarse pero no en la segunda donde el paisaje quedó como se ve en la foto, yermo. Actualmente en dicha ladera hoy se ven algunos pinos que han crecido espontáneamente y allá al fondo, a la derecha de la imagen, sobre la muela del buitre una masa forestal que corresponde a una las repoblaciones efectuadas durante los años setenta.

Sin embargo hay cosas que parecen haber cambiado poco en la mentalidad de los Alpontinos acerca de los árboles. Los árboles no parece que sean bien vistos ni queridos o deseados. El árbol se acepta en determinados supuestos como árbol frutal pero no como elemento decorativo. Como ejemplo de ello podemos poner dos casos ocurridos recientemente. En la calle Abate Pinazo existía un enorme y precioso pino que fue talado porque sus raíces levantaban el alcantarillado. Situación similar a lo ocurrido con el precioso abeto que también fue talado situado junto al ayuntamiento antiguo, frente a la casa de Adela. En cualquier otro pueblo más respetuoso con los árboles habrían encontrado una solución tal vez más cara pero imaginativa y respetuosa con la vida de los dos enormes y preciosos árboles.

En la plaza hay un laurel y un sauce blanco que sobreviven de milagro a la poda que los servicios forestales los someten cada año a demanda de algunos vecinos que les molestan sus hojas. En la plaza de la Iglesia hay tres árboles, una acacia, un cerezo y un olivo. A estos hay que añadir el ciprés del museo etnológico. Este es el inventario de los árboles de Alpuente no demasiado para un población de más de cien casas en la Villa de Alpuente y más de cien vecinos.

Es cierto que las cosas están cambiando y cada vez hay más alpontinos que contemplan los árboles como elementos que hay que cuidar y fomentar, que forman parte de nuestro entorno y de la biodiversidad de Alpuente.

Nos gustaría que el ayuntamiento de Alpuente plantara algunos árboles en determinadas calles, plazas o rincones los que sin duda conferirían a estos lugares un aspecto más entrañable y sin duda más hermoso. Desde la asociación podría promoverse un concurso o iniciativa popular para que los vecinos señalaran aquellos lugares en los que piensan que un árbol o árboles podrían ser decorativos. Además indicar qué tipo de árboles hay que plantar. No todos los árboles son adecuados en el medio urbano como ya hemos visto. Los pinos levantan el pavimento y las alcantarillas. Sin embargo los almeces, el sauce, la acacia, el cerezo o el olmo son árboles que se adaptan muy bien al medio urbano, son árboles propios de la zona, crecen relativamente bien y rápido y requieren pocos cuidados.  La iniciativa podría financiarse por donantes anónimos o no y llevarse a cabo por los propios vecinos o asociados. Por otra parte y saliendo del núcleo de la Villa en el camino que recorre la Virgen desde Alpuente a Corcolilla y viceversa no hay apenas árboles. Algunos pocos marchitos y descuidados en la fuente del pino y unos pocos olmos donde para la Virgen y se leen los versos. ¿Qué costaría plantar almeces o cerezos a lo largo del camino? Los caminantes tendrían sombra y el paisaje, ya hermoso, ganaría en prestancia y belleza.

Algo sencillo, económico que podemos llevar a cabo nosotros mismos pero que tiene que ser impulsado desde alguna instancia. Ahí va el reto.CastilloAlpuenteelpoyosigloxximodelpoyosigloxx

Carta de Despedida de nuestro Presidente Eduardo Escartí

Reproducimos en nuestra web la Carta de Despedida y Dimisión de nuestro hasta ahora Presidente, Eduardo Escartí que durante los tres años de presidencia ha realizado un cambio tranquilo, relanzando la asociación con múltiples actividades, actualizando objetivos, adaptándola al Siglo XXI y consiguiendo aumentar los socios con gente joven.

Gracias, Presidente.

A la junta de la Asociación Cultural Amigos de Alpuente.

Queridos socios, querida junta:

Fui nombrado hace tres años en la asamblea general presidente y durante estos años he tratado de realizar mis funciones siguiendo el espíritu fundacional de la asociación.

Uno de mis primeros objetivos fue revitalizar las actividades ya existentes de la Asociación y crear nuevas con la finalidad de fortalecer y hacer nuestra asociación  más atractiva. Todo ello con un presupuesto limitado y con una junta muy activa pero escasa. Quiero tener aquí unas palabras de agradecimiento para Jose Bueso, nuestro vicepresidente, durante dos años, con el que me he sentido muy unido y siempre ha estado al quite para cubrir mis carencias y ayudar en todo. El fue un engranaje fundamental durante los primeros años.

Quiero agradecer también a María José Debón y a Emiliana sus comentarios, su aportación como miembros de la junta y su trabajo. Y por supuesto a los miembros de la junta que se incorporaron más tarde y que forman parte de la misma en la actualidad, Sonia Garcia, Salva Martí, Carlos Pérez y a Alberto Talaya. Quiero resaltar mi agradecimiento hacia Antonio Debón, María Teresa Verdú y Salvador Rubio que han sido elementos claves a lo largo de estos años y han contribuido con su duro trabajo a que las actividades de este verano hayan sido un éxito.

Finalmente unas palabras para José Vicente. Nuestro destino en la ACAA ha seguido caminos paralelos, juntos salimos por decisión propia. La asociación te debe el diseño de la página Web y fuiste el que inició el concurso de fotografía digital junto con Jose Bueso. Me he sentido muy a gusto trabajando contigo para Alpuente y para la Asociación. Es por ello por lo que te estoy muy agradecido y quiero públicamente expresártelo en esta carta.

Por último mi agradecimiento a la corporación municipal y especialmente a su alcaldesa Amparo Rodríguez por su apoyo hacia esta asociación.

Creo que he conseguido algunos de mis objetivos y puede que haya fracasado en otros. Sin embargo ha llegado el momento por razones familiares de entregar el relevo. Es importante para el futuro de  la asociación que a partir de ahora gente joven con nuevas ideas y fuerzas renovadas recoja el testigo.

A todos los socios que me otorgasteis la confianza gracias y gracias  también, una vez más,  a los miembros de la Junta por vuestro apoyo, por vuestro trabajo y vuestra lealtad.

Hasta siempre.

Fdo: Eduardo EScartí Carbonell

Presidente ACAA

Alpuente Agosto de 2013

Reflexiones sobre la ACAA y mis años en su Junta Directiva

Mi primera toma de contacto con la entonces Sociedad Cultural Amigos de Alpuente fue en el verano de 2005 e invitado por Alfredo Cuevas e Inés García a la Asamblea de Socios de agosto, tras haberme inscrito previamente. Ese mismo día ya salí de la Asamblea como vocal sin saber muy bien cual podría ser mi aportación a la Junta.

Un año antes en 2004, cree mi primera web sobre la aldea de mi abuela: Campo de Arriba, que al poco tiempo tuve que ampliar y se llamó «Aldeas de Apuente» debido a la gente que entraba y quería colaborar con sus aportaciones como noticias, artículos, curiosidades, cocina o historia de nuestro pueblo. En ese tiempo y tras crear un apartado de «foto denuncias» en las que criticaba el estado de algunas partes de Alpuente y al Ayuntamiento, conocí a la alcaldesa Amparo Rodríguez que, tan apasionada siempre en dar a conocer Alpuente, su historia, su patrimonio y sus proyectos de futuro me animó a participar en la asociación, desde entonces debo decir, que somos amigos. También gracias a Inés García de Las Eras, que me ayudaba en la página web y creó la primitiva revista cultural «Aldeas de Alpuente», germen de la actual «Taifa de Alpuente» que edita nuestra asociación siguiendo la excelente labor y el impulso que le dio Inés.

Lo primero que me maravilló de esta asociación es el haber sido la impulsora en la recuperación de patrimonio cultural, etnológico y religioso de Alpuente. Y ver cómo esto se realizaba desde la sociedad civil y no desde las administraciones públicas como estamos acostumbrados a que así sea y sin reivindicar o denunciar nada, se hacía por amor a su pueblo. Y todo, gracias a unos «locos por Apuente», unas personas ya mayores que hace 32 años decidieron fundar una asociación cultural que trabajara por potenciar la historia de Alpuente cuando entonces parecía que a nadie le importaba que se perdiera para siempre, una parte de nuestra historia y el legado de nuestros padres.

Durante 2005 en que estuve de vocal en la asociación y también como secretario desde 2009 tras la dimisión de Ramón Hernández que fue el secretario durante 25 años, pude comprobar la pasión que personas como Alfredo Cuevas, Amparo Rodríguez o Ramón Hernández entre muchos otros, ponían en proyectos como el recuperar la Cruz Procesional de Alpuente que décadas atrás fue a parar a una parroquia de Valencia, la recuperación del Castillo, la reedición del libro de Alpuente de Lázaro Ramiro entre otros proyectos. Recuerdo con cariño de esa época la edición del DVD documental de Miguel Soler sobre Alpuente o la exposición de fotografías antiguas, fruto de las donaciones de los vecinos. También recuerdo las reuniones en las que cada uno aportaba documentos históricos sobre el pasado grandioso de Alpuente y el orgullo que veía reflejado en sus caras al saber ellos que su labor permitía recuperar una parte de ese pasado que engrandeció el nombre de Alpuente.

También recuerdo cómo me contaban la labor que durante todos esos años desde su fundación en 1981, la SCAA había conseguido recuperar los tradicionales vestidos de angelitos para los niños que hacen los dichos a la Virgen, la cruz del término, la creación de un Himno para Apuente o el panel mural que da la bienvenida a Alpuente, entre otros.

En 2010 y tras varios intentos infructuosos por dejar paso a gente joven, Cuevas, Hernandez o Carabel dejaron el cargo siendo el nuevo Presidente Eduardo Escartí, que tenía como misión acercar la asociación al S. XXI, atraer a gente joven incrementando un censo hasta entonces de personas mayores y seguir adelante con el proyecto iniciado en 1981.

Estos últimos tres años se han cumplido sobradamente las expectativas, bajo la presidencia de Eduardo Escartí y un equipo en el que colaboraban personas del anterior como Salva Rubio, Emiliana Sánchez o yo mismo, junto a José Bueso, Salva Martí, M. Teresa Verdú, Antonio Debón, Carlos Pérez, M. José, Sonia García y Alberto Talaya, sin olvidar nunca a personas como Chola y demás colaboradores implicados como el que más.

Decía que creo que han sido tres grandes años porque se han multiplicado las actividades conservando e impulsando aquellas que venían siendo un éxito como el programa de senderismo, la revista La Taifa o patrocinios deportivos y festivos que se han compaginado con charlas culturales, exposiciones, talleres de cocina, jabones o concursos como el de fotografía digital, de tapas, de postres, la confección del calendario anual de la asociación, la página web, el concurso de dibujo, los juegos infantiles, la recuperación de las birlas y la instauración de la Semana Cultural la tercera semana de agosto. Otros que se han quedado en el tintero por falta de tiempo y dinero como las Jornadas Micológicas o el próximo concurso literario que se pondrá en marcha este próximo curso.

Además, Eduardo Escartí ha impulsado otro proyecto de conservación del patrimonio alpontino en la asociación como es el proyecto de recuperación de la Ermita de la Purísima. Éste es sin duda el proyecto más importante en el que se haya embarcado la asociación en 32 años y necesita no solo de la colaboración municipal que se tiene, sino de la colaboración de la Iglesia, de patrocinadores y de toda la sociedad alpontina que debería involucrarse en un proyecto para evitar el desplome de la bella Ermita de la Purísima y poderla convertir en un espacio cultural de vanguardia para Apuente y sus aldeas. como bien dijo Eduardo en la Asamblea del viernes pasado, ahora tocará a la próxima Junta decidir si sigue intentando impulsar su recuperación.

Por todo lo que he explicado creo que, Eduardo Escartí y toda su Junta pueden sentirse verdaderamente satisfechos por lo conseguido, por haber incrementado el censo de socios hasta llegar a 200, por la labor desinteresada, tiempo robado a las vacaciones, a la familia y a los amigos para emplearlos en dar todo por Alpuente y como no, también por pasar a la rica historia de Alpuente como personas comprometidas y, que en un momento de sus vidas trabajaron y aportaron lo mejor de sí mismos por la cultura y el patrimonio de Alpuente. Sin duda Eduardo y su Junta han conservado lo mejor de la historia de la asociación y la han impulsado acercándola a los tiempos actuales.

¿Y ahora qué? Por todo lo que he comentado creo que ésta es una asociación única y por la que vale la pena seguir apostando. Porque ha conseguido mucho por Alpuente, por su historia y por hacer hermandad entre todos. Pero eso conlleva que todos debemos aportar nuestro granito de arena. Es necesario que como en 1981 o en 2010, un grupo de personas se ponga al frente y decida arromangarse por su pueblo.

Todo está hecho y encauzado, más de la mitad de la Junta actual sigue adelante, sabe cómo se hace todo y tienen ganas e ilusión por hacer cosas por su pueblo. Solo falta alguien que decida coordinar, responsabilizarse y ponerse al frente de la asociación para seguir con la labor desarrollada y emprender nuevos proyectos que sin duda contarán con la ayuda de todos.

Como despedida tras 8 años en la Junta de la ACAA y como colaborador que seguiré ayudando en la confección de ésta página web y las redes sociales de la asociación pero sin estar en la Junta, espero que en la próxima Asamblea de noviembre salga una Junta renovada y con ganas de tirar del carro como lo han sido estos últimos tres años. Y como consejo, me gustaría que esta asociación siga siendo como lo ha sido siempre una asociación apolítica y que cuente con todas las sensibilidades de la gente de Alpuente y sus aldeas.

Al próximo secretario, decirle que tiene pendiente una renovación de estatutos pero que no se asuste, porque es fácil y estaré siempre a su disposición.

Me gustaría dentro de unos años poder volver a trabajar intensamente en esta asociación, cuando el tiempo o el trabajo me lo permita, porque me voy con la espinita de no haber estado a la altura de todo lo que se que puedo aportarle a la ACAA, porque en este tiempo mis circunstancias no han estado a la altura del dinamismo que le ha marcado Eduardo a la asociación, porque me apasiona Alpuente y cada una de sus aldeas y sé, que en el futuro me apetecerá volver.

Hasta la próxima! gracias Alfredo, gracias Amparo, gracias Eduardo y gracias a todos con los que he vivido grandes momentos en estos últimos 8 años.

¡Viva Alpuente!

José Vicente Gallego Madramany, socio N. 180

Enamorado de América

América no es una joven rubia estupenda y deslumbrante, como ya imagina el lector,  América es como los americanos llaman a su país: USA o para los españoles Estados Unidos. Tal vez penséis:  ¿Cómo no voy a estar enamorado de la tierra que ha visto nacer a mi primer nieto? Pero no, no es por eso o…por lo menos no es sólo por eso.

Mi primer contacto con la cultura anglosajona fue allá por lo años setenta en mi primer viaje a Inglaterra. Allí permanecí un mes y desde ese momento descubrí que todo lo que se me había dicho y hablado sobre la pérfida Albión era sencillamente “propaganda”. Al año siguiente volví y mi sentimiento de admiración hacia Inglaterra y su historia fue creciendo a medida que mi conocimiento de su lengua aumentaba. Pero no fue hasta unos años más tarde cuando descubrí a través de Popper el filósofo austríaco, nacido en Viena y exiliado a Londres durante muchos años huyendo del régimen nazi, la maravillosa elegancia del pensamiento de  Hume. Y como las cerezas fue  surgiendo toda una pléyade de pensadores británicos del siglo XVII y XVIII, desde Stuart Mill a Locke. A través de ellos fui entendiendo como los británicos pudieron conservar tradiciones, respetar la libertad individual,  los derechos fundamentales y crear una sociedad democrática sin sacudir sus cimientos ni crear situaciones caótica y revolucionarias como en Francia a finales del XVIII.

Realizar la afirmación que intitula este artículo en España, un país que dentro de Europa se caracteriza por ser el más antiamericano de todos, no deja de ser “políticamente incorrecto” y por supuesto en contra como es lógico de la opinión mayoritaria. Es por eso que tal vez sea más necesario de lo habitual explicar el por qué me encanta América y su “way of life”, modo de vida. Lo curioso es que en este país que tanto desprecia, tal vez sea más correcto decir menosprecia a América y a los americanos, es uno de entre los que su clase media más copia su modo de vida. Llevamos tejanos, “denim”, vaqueros, para vestir, zapatillas, “snikers” para calzar, visitamos los multicines y los centros comerciales (mall) donde cada vez compramos más. Nos gusta conducir un todoterreno o un pickup, vivimos en urbanización en un adosado o unifamiliar, nos gustan las series americanas, el cine americano, cuando se fumaba se fumaba rubio americano, bebemos Coca Cola, masticamos chicle. Y si nos referimos al vocabulario resulta que en nuestra vida cotidiana tenemos que mandar un email, hacer un hangout, preparar el worshop, vestimos casual o chateamos. Todas estas palabras tienen un equivalente en castellano, correo, reunión virtual, taller, ropa informal o charla, así que no es que sean necesarias simplemente indican la potencia de la cultura americana.

Pues bien yo admiro a América y a los americanos y esa fuerza que surge de su sociedad que nos obliga a todos a utilizar su lenguaje. Y admiro a esa sociedad que presume y se siente orgullosa de llamarse “América”, como si todo el continente fuera Estados Unidos. Y envidio a una sociedad que presume de su bandera allá por donde uno va, banderas americanas en las casas privadas, en los colegios, en los coches, en las obras privadas, en los edificios públicos (y no de forma vergonzante, como en algunas comunidades de España)

¿Pero qué es lo que hace a la sociedad estadounidense tan potente, tan segura de sí misma, tan eficaz?

Sin duda no resulta fácil responder a esta pregunta pero en mi opinión la sociedad americana ha heredado de la cultura anglosajona un  enorme sentido del utilitarismo no en el sentido filosófico sino en el que da nuestro diccionario de que la cosas, las instituciones, las sociedades tengan un propósito y cumplan sus expectativas. Es decir lo que vulgarmente diríamos que funcionen y sean prácticas en la vida cotidiana. Por otra parte lo que es bueno para las personas será bueno para la sociedad. Esta idea práctica y útil de ver la vida se plasma en todos los aspectos de la vida americana, desde como hacen las casas hasta como comen. Alguien que no esté familiarizado con la comida americana se siente irritado o confuso cuando el camarero del restaurante le pregunta si las patatas las quiere hervidas o fritas, si prefiere patatas dulces (boniato) o normales, si el huevo lo quiere frito, pasado por agua, revuelto si el pan lo quiere integral o de molde o francés, la carne poco hecha, al punto, muy hecha, si la coliflor hervida o a la plancha etc. Las casas americanas son generalmente de madera y como si fueran un mecano de piezas prefabricadas e intercambiables, con ellas se pueden construir miles de casas todas iguales o todas diferentes. Tal vez por ello una casa en Estados Unidos es más barata que en España. Este sentido de lo útil también se extiende a los Colegios profesionales que gozan de un alto prestigio y por supuesto a la enseñanza y a la Universidad. Por otra parte la sociedad americana ama tremendamente la libertad y respeta al individuo como un elemento imprescindible en ese tejido social. Si los individuos, las personas no crecen y prosperan, la sociedad ni crecerá ni prosperará. Lo que es bueno para ti es bueno para América. Pero esto va acompañado de un respeto casi religioso por la propiedad privada. En América no hay rejas mas que en las cárceles. Uno puede pasear por Mountain View pequeña población donde reside mi hija y su marido y  las ventanas de las plantas bajas de las casas pueden abrirse desde fuera sin ninguna dificultad.

Hay que tener razones muy poderosas para quitar a alguien su propiedad, tenga esta el valor que tenga.

La sociedad americana ama el trabajo y lo considera una bendición y no una maldición bíblica. “Eres” tu trabajo. Ya seas médico, albañil, fontanero, o policía tu trabajo es lo que te dignifica, te identifica y te permite ser un miembro productivo de la sociedad y pagar tus impuestos. Los americanos están orgullosos de ser lo que son y de hacer bien su trabajo. Sin duda la sociedad americana tiene defectos y puede ser duro vivir en ella porque la sociedad americana es dura con los que se encuentran al otro lado de la ley.

Pero américa es una sociedad abierta donde pasar de una clase social a otra depende de tu propio esfuerzo, amante de la libertad y del trabajo, una sociedad que respeta y confía en las personas, en tu capacidad para con el esfuerzo, con el  trabajo,  mejorar tu vida y la de tu propio país, con un sentido práctico de la vida y de las leyes que regulan la sociedad y con un alto valor moral de la vida privada y

Alameda Square. San Francisco
Alameda Square. San Francisco

pública de las personas. ¿Cómo no voy a estar enamorado de América?