Relato: El baúl

Hace tiempo que no publicamos nada, así que os dejo un relato corto de cosecha propia. Espero que os guste.

EL BAÚL

El ventanuco del viejo corral estaba abierto de par en par. Un finísimo rayo de sol cruzaba los viñedos repletos de pámpanos y atravesaba la estancia hasta estrellarse sobre la desconchada pared del carcomido diván. A su paso dejaba una nebulosa de infinitas partículas de polvo que flotaban desorientadas en la atmósfera buscando un lugar donde morir.

La tenue sombra del péndulo viajaba silenciosa desde el trillo hasta la librería de caoba, repleta de libros de Alpuente. El reloj recordaba con su monótono susurro que no existe el silencio, que no existe el presente, tan solo los ecos del pasado. Tic, tac, tic, tac… Un eterno pasajero del tiempo en un viaje sin principio ni final.

En un oscuro rincón, la mecedora, adornada con las telarañas del olvido, dormitaba esperando una excusa para balancearse por última vez, como lo hacía antaño, cuando Amelia se sentaba a tejer calceta o hacer cestas de mimbre. O como cuando el psicólogo se sentaba a escuchar a sus pacientes y los hipnotizaba con el crujido que sus curvadas patas de madera emitían con el vaivén de sus palabras. Ñic, ñac, ñic, ñac.

Si estas cuatro paredes, impregnadas de tristeza, pudieran hablar, revelarían las atormentadas historias de los pacientes que visitaron la consulta del doctor buscando alivio para las noches de vigilia en las que tenebrosas pesadillas se apoderaban de sus almas devorando horas de sueño a sus exánimes cuerpos.

Llegaban con la conciencia cargada de demonios y se marchaban liberados de la pesada carga hasta su próxima sesión, pero… ¿Qué ocurría con sus lúgubres historias, con sus temidas fobias nocturnas? ¿Dónde iban los engendros que atormentaban su descanso? ¿Dónde guardaba el psicólogo toda la locura que les exorcizaba mientras yacían tendidos sobre el diván?

Bajo el alféizar, agazapado en el contraluz de la ventana, se escondía un antiguo baúl. Siempre estuvo allí, presente en todo momento, tan a la vista que permanecía oculto a las miradas. El psicólogo lo rescató de la hoguera cuando heredó la casa y montó su gabinete. Antes de cada consulta, descorría el cerrojo de metal y dejaba abierta la tapa. Después, al terminar, lo cerraba con llave y se recostaba en el diván. Echaba un trago para enturbiar su mente y cerraba los ojos para descansar.

El psicólogo rural desapareció una noche tras la consulta del último paciente y nunca más se supo de él.

Hoy, la casa tiene un nuevo dueño: un enólogo. Afuera, las viñas están cargadas de grandes y redondos racimos, las barricas llenas de un excelente caldo en maceración, las despensas dispuestas de las mejores cosechas.

Pero en el antiguo corral, reconvertido en bodega, bajo el ventanuco de roble, el viejo baúl aún permanece abierto. Quizás en su última visita el psicólogo olvidó cerrarlo. Demasiado dolor en su cabeza, demasiada locura en su vida.

Tal vez se marchó huyendo de sus propios demonios, tal vez odiaba la mecedora o el diván, o tal vez nadie miró nunca dentro del viejo baúl.

Carlos Pérez Recio

Relato desencadenado. Reto

Hola a tod@s los soci@s y no soci@s de la ACAA,

Desde la junta directiva queremos lanzar un reto literario aprovechando este tiempo extra del cual disponemos en nuestros hogares. Consiste en confeccionar un relato corto entre todos los participantes que quieran formar parte de él.

La idea es empezar por una frase o párrafo que lanzaremos nosotros a través de la web y difundiremos en los medios de comunicación. Todos aquellos que queráis, podéis enviarnos vuestras propuestas para continuarlo. Puede ser una frase o un párrafo corto y entre los miembros de la junta elegiremos una. A continuación, lo actualizaremos en la web y volveremos a abrir el plazo para enviar la siguiente frase. Si no hemos elegido la vuestra no os desaniméis, podréis volver a enviar más tarde la siguiente frase (seguro que el resultado habría sido totalmente diferente pero igualmente espectacular y quién sabe hacia dónde nos habría llevado esta aventura). Y así hasta dar con un final totalmente inesperado.

La forma de participar es sencilla: podéis contestar a través de los comentarios del este artículo en la web y nosotros actualizaremos el relato cada día a las 16:00 horas (borraremos los comentarios para no saturar la página). Indicadnos vuestro pseudónimo o nombre con el que queráis aparecer junto al texto o si queréis que sea anónimo.

https://www.amigosdealpuente.com/

Nuestra propuesta para empezar es…

“Llevaba un rato despierto con la extraña sensación en el cuerpo de que algo no iba bien, pero no fue hasta que abrí los ojos y me incorporé lentamente cuando me di cuenta de qué era en realidad”

https://www.amigosdealpuente.com/

Nota: Podéis enviar vuestra propuesta desde las 16:00 de cada día. A esa hora actualizaremos el relato

Excursión a la Veleta

Llegó la hora de amanecer, pero el sol no apareció tras el castillo de Alpuente. En su lugar, una espesa y oscura niebla que subía desde Arquela se acercaba rápidamente engulléndolo todo a su paso.

Encabezando la niebla, como surgido del averno, apareció una horda de esqueletos cabalgando a lomos de caballos envueltos en llamas. Los senderistas, que esa noche reían alegremente en la cima de la veleta, dejaron de reír y comenzaron a gritar y correr presos del pánico en la oscuridad.

Cristóbal, alertado por el estruendo de los caballos, se encaramó a un banco de piedra de la antigua ermita y divisó la enorme nube de polvo que levantaban los cascos al galopar. Se apresuró a coger el caldero y comenzó a preparar, tan rápido como pudo, el conjuro para ahuyentar el mal.

Mientras removía y recitaba los versos en voz alta, sus ojos no perdían de vista al enemigo fantasma que cada vez estaba más cerca. Podía sentir el resoplido de los caballos en su piel cubierta de sudor, pero continuó con su brebaje pese al horror que se apoderaba de su cuerpo. El conjuro se acercaba al final. Apenas titilaba una débil llama en el caldero y pronunciaba los últimos versos del conjuro, cuando de repente se vieron sorprendidos por la furia de sus atacantes. Los excursionistas más lentos eran devorados entre gritos de dolor por los caminantes de la muerte. Los que conseguían huir de sus voraces fauces se despeñaban por el acantilado hasta acabar con sus huesos destrozados sobre las calles desiertas de la Villa. La sangre se mezclaba con la tierra formando un lodazal de muerte. Los miembros mutilados se amontonaban a los pies de Cristóbal.

Por fin, acabó de recitar su conjuro y la llama se extinguió. En ese momento notó un fuerte golpe en la cabeza y cayó inconsciente.

Al cabo de un rato se despertó y abrió los ojos. El sol lucía en el cielo como si nada hubiera pasado. El ejército del infierno había desaparecido, al igual que la niebla y los senderistas.

En la Veleta solo quedaba él, un caldero vacío, y un viejo buitre acechando desde el cielo.

Carlos Pérez Recio
Microrrelato preparado para la excursión nocturna a la Veleta

Microrrelato: Una pequeña mentira en la residencia

     Todas las palabras que el abuelo se ha aprendido durante el día, por la noche volverán al papel de donde salieron. Y las imágenes que con tanto esfuerzo se empeñó en memorizar, desaparecerán entre los vacíos de sus recuerdos. Mañana, cuando despierte, cogerá de nuevo el papel de la mesita y se pasará el día entero estudiando esas palabras y las fotos, tratando de memorizarlas para cuando llegue el momento. Entonces, esperará a que estemos todos sentados para cenar y uno a uno nos mirará a la cara y nos llamará por nuestro nombre. Con una triste sonrisa en los labios le seguiremos la corriente, porque todos los nombres de su lista, hace años que dejaron de existir.

 

Imagen de la foto destacada de la web www.diamundialdelalzheimer.com

Microrrelato: «Luna Nueva»

Luna Nueva

«Te daré la luna», me dijiste mientras alargabas los brazos hacia el cielo y yo, inocente, me enamoré de tus mentiras.
Unas mentiras que pronto perdieron dulzura y se fueron tornando amargas hasta que una noche, tus susurros se convirtieron en insultos. Y el daño de tus palabras me dolió tanto como las heridas de tus golpes.
Con lágrimas en los ojos y sangre en los labios, seguí creyendo que cuando levantabas el brazo, era para traerme la luna. Esa misma luna que un día, cuando me querías de verdad, me prometiste.
Anoche rocé el cielo con los dedos y entre sueños descubrí que no necesito héroes junto a mí. Por eso hoy empiezo una nueva vida, sin ti.

Heroína

Autor: Carlos Pérez Recio

Temática: violencia de género

 

Ama3

 

«Ahora no salgo de mi asombro al verme devorando los días,

como si el mundo se acabara mañana.

Ahora no salgo de mi asombro al verme devorando los días,

como si el mundo se acabara.

Ahora no salgo de mi asombro al verme devorando los días.

Ahora no salgo de mi asombro al verme devorando.

Ahora no salgo de mi asombro al verme.

Ahora no salgo de mi asombro.

Ahora no salgo de mí.

Ahora no salgo.

Ahora no.

Ahora.

¡Ah!

Daniel  Escriche.

Relato: L’encontre

L’encontre

     Quan va arribar el tren, l’andana estava plena de gom a gom. Els nervis em feien tremolar com si fóra un flam d’ou enmig d’un terratrémol de grau deu a l’escala Richter. Vaig pujar al banc de fusta per tindre major visibilitat dels viatgers mentre baixaven del tren. Volia ser el primer en vore-la vindre.

Minuts abans d’arribar a l’estació havia passat per la floristeria i havia demanat un ram de dotze roses blanques i rojes. Volia donar-li una sorpresa. El que jo no sabia és que la sorpresa anava a donar-me-la ella.

Cada volta que n’apareixia un per la porta darrera del tercer vagó, el meu cor s’accelerava tant que sentia com si volguera anar-se’n volant per damunt dels caps de la resta de la gent.

Mentrestant, a l’andana, hi havia un trànsit continu de gent que anava i tornava de qualsevol lloc sense adonar-se de la meua presència. De sobte un raig de sol va il·luminar la porta del tren i de la foscor del vagó va aparéixer una llarga i caragolada cabellera pèl-roja sobre un cos diví de metre noranta.

El món sencer es va paralitzar per vore com la dona de pell torrada com el café baixava lentament l’escala del tren. L’escena em recordava a Rita Hayworth en la pel·lícula Gilda. Pareixia que els seus moviments foren a càmera lenta perquè tothom poguera gaudir d’aquest moment L’oreal.

Durant una estona va clavar la seua mirada en els meus ulls i m’hipnotitzà de tal manera que vaig aconseguir arribar a una catarsi que em va portar al cel.

-Has vist eixa xica?

Eixes paraules em vam tornar al sól

-Has vist eixa xica? -em va tornar a dir l’home que tenia al meu costat.

-Pareix un ángel -va continuar

L’home de negre

-Pareix un àngel –va continuar l’home del meu costat.

-Qui es vosté? –li vaig preguntar.

-Em diuen Narcís. Soc una metàfora visual del teu subsconscient. Ningú em pot vore, sols tu perquè soc el fruit de la teua imaginació.

-I per què tens un paregut increible amb Hanfry Bogart?

-No ho sé, això m’ho hauràs de dir tu.

Em vaig girar una altra vegada cap al tren i no vaig fer més cas a Narcís. Quan torní a girar-me per vore la meua musa ja se n’havia anat. Darrere d’Àngela, dons així és com li dien a la dona del tren, anava un home que portava una jaqueta llarga fins els genolls i negra com el barret de feltre que li feia ombra al rostre. Pareixia estar buscant algú entre la gent de l’andana i quan em va veure va agafar el braç d’Àngela i li va dir alguna cosa a l’oïda en veu baixa.

-Eixe tipo no m’agrada res –va dir Narcís dins del meu cap sense fer-se de cos present.

-Hola Àngela, açò és per tu –li vaig dir, mentres li acostava el ram.

-Gràcies, son molt boniques. No havies de haver-te molestat .

Sense deixar de contemplar la perfecciò del llavis d’Àngela i com que era evident que l’home de negre anava amb ella, li vaig preguntar:

-i voste és…?

-Em diuen de moltes formes, però vosté em pot dir senyor Mort.

Vaig haver de mirar-lo al rostre i me n’adoní de que aquell tipo no era gens normal. Tenia els ulls xicotets i negres com olives i la pell pàl·lida. El seu pèl blanc brillava amb el reflect del sol.

-M’estic acollonant –va dir una veu tremolosa dins del meu cap.

El cementeri

Acabava d’arreplegar Ángela a l’estació del Nord i ens dirigien cap al cementeri de Campanar, prop del Palau de Congressos, el senyor mort, Narcís, Àngela i un servidor. Dins del taxi ranxera no hi havia cap soroll, pareixia que anàrem de enterrament. Del nostre propi enterrament. Al mens el cotxe era blanc en compte de negre i no portava corona de flors.

-I què fa vosté ací, senyor mort? –vaig preguntar per trencar el gel.

-Ha vingut per a animar la festa –va dir Narcís.

-Estic a València per treball – va respondre amb una veu grau com d’ultratomba.

-I a què es dedica, si es pot saber? –li diguí.

-Soc una mena de missatger del meu cap i he vingut per dur-me un ànima al lloc d’on vinc.

-Quan no se n’adone, obric la porta i l’espentes –em va murmurar Narcís.

-Calla!!

-Com dius?

-No res. I qué ha fet eixe pobre desgaciat? –vaig preguntar, més per donar conversació que per curiositat.

-Era un tipo que feia moltes preguntes.

Eixa fóu l’última paraula al taxi fins què arrivàrem al cementeri. Fins Narcís es va quedar mud.

 -Ja hem arribat –digué el xofer– són vint euros de la cursa, més dos de l’equipatje… vint-i-dos euros.

 -Què fem ací, Àngela?, per què ens has portat fins el cementeri?

-Vull que veges una cosa. Es tracta de la inscripció d’una làpida.

Arribarem fins al mur oest del cementeri, es tractava d’una matriu de nínxols que pareixia una bresca d’abelles. Ens vam parar per llegir els noms i veure les fotos als camafeus, quan de sobte Àngela ens digué:

-Aci està, per fi l’he trovat.

L’enamorament

-Aci està, per fi l’he trovat. –va dir Àngela asenyalant una tomba buida mentre es girava cap a nosaltres.

-Què vol dir això? –vaig preguntar

-Quan venia al tren –va començar Àngela– em vaig quedar dormida al compartiment i només vaig despertar em dirigí cap al vagó restaurant per beure alguna cosa. Anava pel corredor, quan em vaig creuar amb el senyor Mort. Les nostres mirades van coincidir i es va detindre el temps. Tot al nostre voltant començà a girar com si fóra una atracció de fèria. Per alguna estranya raó ens vam enamorar, la fletxa de Cupido ens va travessar amb tanta força que ens va fer una ferida imposible de curar.

Una cosa va portar a l’altra i quan se n’adonàrem estàvem rodant pel sól del meu camarot, sense roba i coberts de suor.

Tras uns segons incòmodes de silenci i mirades furtives, Àngela va continuar:

-El Senyor Mort em va confessar que el nostre encontre no fóu casual. Havia vingut per dur-me amb ell, però els successos imprevistos van canviar el desenvolupament de la història.

El desenllaç

-El Senyor Mort havia de portar algú al seu cap –va continuar Àngela – Li vaig contar que havia de encontrar-me amb tu a l’andana i va decidir que series el triat per fer el viatje amb el seu company de treball, Caronte.

-Esta dona és una rabosa – va dir Narcís indignat.

Mentre Àngela acabava la seua història, el senyor Mort em mirava de dalt a baix, jo crec que per a prendre mesura de la meua llargària.

-…així que som ací perquè el senyor Mort es duga la teua ànima… –només dir eixes paraules, Àngela baixà el cap avergonyida i mirà de reüll al seu acompanyant que acabava de llevar-se els guants.

-Crec que això està ficant-se cada vegada més lleig –digué Narcís

-I no podem solucionar-ho d’una altra manera? –vaig preguntar–. Potser podríem trobar un moribund i que se le’n duguera el senyor Mort al seu cap.

-No et preocupes, serà ràpid i sense dolor –començà a dir el senyor Mort– mentre s’acostava lentament amb el seu dit assassí.

Quan estava a punt de fregar-me la mà amb la seua probòscide assenyaladora, vaig tancar els ulls. De sobte, es va sentir un fort colp i el senyor Mort caigué al meus peus. Estranyat, vaig obrir els ulls i vaig veure Àngela amb la pala alçada i la cara esguitada de sang. El seu pit s’unflava i desunflava bruscament com a consecuència d’una pujada d’adrenalina.

Vaig tardar uns segons en adonarme del que estava passant.

Sense dir res vam agafar al senyor Mort per les cames i les axil·les i el vam afonar dins del clot. Després, agafí la pala i ràpidament vaig començar a cobrir amb terra el cos sense vida del senyor Mort.

 Agafats de la mà, en silenci i sense mirar atràs, ens vam allunyar del cementeri.

-Àngela, portes un poquet de sang a l’orella.

-Gràcies no me n’havia adonat.

 Només un pensament donava voltes dins del meu cap i era aquell extrany epitafi. ¿com deia?

-“Ací descansa l’anella d’una cadena que mai es pot trencar”– em va recordar Narcís, que ja feia temps que no deia res.

Què voldria dir aquesta misteriosa inscripció?

La resposta vingué uns dies després, quan Àngela va rebre una visita inesperada, el cap del difunt Senyor Mort. Com que l’havien deixat sense servici va haver de ser ella l’encarregada de continuar el treball del senyor Mort.

I la seua primera encomana va ser acabar el que no va poder concloure el senyor Mort.

Jo.

 Carlos Pérez Recio

C. P. Recio

 

PASEO POR EL HUERTO EN PRIMAVERA

 

De repente, una mañana de abril, al abrir una ventana aparece ella: la primavera. Es una señorita fresca y húmeda de labios de fresa y cabellos apretados de almendros en flor. Pronto se desabrocha la blusa y libera jilgueros, gorriones, vencejos … y ríe y ríe, mientras los grillos dudan en salir

 El mes de abril es muy importante para el huerto, hay muchísimas tareas que hacer porque es necesario plantar y sembrar. Ya lo dice un refrán: “Si vols menjar pèsols pel segar, al mes d’abril els has de plantar”

 Es ahora cuando disfrutamos de verduras tiernas, como la acelga, la cebolla dulce, los ajos tiernos y las primeras ensaladas.

 Los ajos también están atentos y quieren ver la cara de quien los ha plantado. Esto se dice para recordar que se han de plantar poco profundos, con una parte, siempre, fuera de la tierra.

Ya podemos sembrar zanahorias, si puede ser en Luna Vieja. Y comenzar a preparar los planteros de tomates, si es que no se quieren comprar.

Tenemos unas tomateras tempranas cubiertas por un envase de plástico a modo de invernadero individual.

Los limones y las naranjas no pueden faltar en nuestra dieta por su contenido en vitamina C. Son aliados contra gripes y constipados.

 Las acelgas eran muy apreciadas por los antiguos. Aportan una gran cantidad de fibra y sales minerales (potasio, calcio y magnesio) Favorece la actividad cardíaca y muscular.

  Sembramos las habas y los guisantes en invierno porque aguantan bien el clima frío.

 El ajo tierno es la planta joven del ajo. Ahora está en su máximo esplendor. Es depurativo, diurético, antiséptico y antibacteriano.

 Venid, entrad, mirad, tomad y comed todos, si queréis, que éstos son los frutos de nuestra tierra … si es que hay tierras de alguien.

EL OLIVO, EL ÁRBOL QUE DA ZUMO

Cuenta la tradición que en tiempos de nuestros abuelos la compra-venta de las tierras plantadas de olivos tenía que hacerse en el mismo campo. Así, el dueño antiguo podía presentar al nuevo amo los olivos y que éstos se familiarizasen con él. Si esto no se hacía, era probable que los árboles se negasen a servir al nuevo propietario, tratándolo como a un desconocido.

Tengo delante las imágenes de nuestros olivos nevados, una estampa que quizá tarde en repetirse y que permanecerá mucho tiempo en mi memoria. Siento la atracción que ejercen sobre mi persona; son jóvenes y fuertes. ¡Por favor, resistid estas bajas temperaturas de estos días!

El olivo no pierde las hojas en otoño, las conserva y sólo las cambia cada dos o tres años.

En primavera comienza su ciclo con la aparición de las primeras flores. Estos brotes, llamados «rapas» o «garrones» darán paso a las olivas.

En condiciones normales, por cada cien flores se hacen de una a cinco olivas.

Las primeras olivas son verdes, pero a medida que llega el frío, van madurando y se oscurecen.

El punto de maduración llega entre noviembre y enero. Las olivas están a punto para ser recogidas.

Las nuestras las recogimos antes de Navidad.

Y…  ¿ Qué tendrán 476 kilos de olivas que tanta alegría nos dieron ?

Color, sabor, textura, olor, movimiento,… ilusión.

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Recuerdo que nuestra aventura aceitunera comenzó hace cinco años cuando plantamos 164 olivos en nuestros yermos, cerca de la viña, todos de la variedad arbequina. Esta clase produce una oliva más redondeada que alargada, de maduración temprana, de un color verde-violeta, reluciente, que soporta las bajas temperaturas de esta zona y produce un aceite finísimo.

El aceite es oro líquido. Los griegos lo consideraban un don de los dioses. Los romanos lo extendieron por todo el Imperio. Los árabes mejoraron los métodos de
obtención. Y de norte a sur del Mediterráneo, el aceite es un nexo que une paisaje y cultura.

Las aceitunas las recogimos a mano, peinando los árboles y en el punto óptimo de maduración. Las colocamos en cajas para que viajaran aireadas y las llevamos, antes de 24 horas, a la almazara para que se haga la molturación y la aceituna no se caliente. Si esto sucediera el aceite no sería aceite de oliva virgen extra.

Tengamos en cuenta que este aceite es el zumo de la oliva, el de más calidad y el más natural. Sale de la prensada sin añadir ni quitar nada, y su grado de acidez no es mayor de un grado.

Os dejo un dicho. Se dice:

«Si per Sant Pere vas a l’olivar i veus una oliva aquí i una altra allà, torna-te’n a casa que oliada hi ha»

 

Elvira Galindo

UN PASEO MEDIEVAL POR EL REINO DE NAVARRA.

 

Autor: Elvira Galindo.

Desde que salí de Pamplona sabía que la N-111 sería mi compañera, mi lazarillo fiel que me conduciría por el paseo medieval que tanto deseaba hacer. Ya oía las voces de un pasado de reyes, castillos, monjes, monasterios y preciosas iglesias románicas y góticas

Desviándome un poco visité Uterga, Muruzábal y Obanos, tres pueblos que me recibieron con aire perezoso porque era muy temprano, pero pude contemplar la belleza de su variada arquitectura civil, casas de cantería con arcadas góticas. Son coquetos y me gustaron.

Desde Obanos o Muruzábal podéis desviaros hacia la iglesia de Santa María de Eunate, que la encontraréis allí, en medio de la nada, fotografiada millones de veces y decorada con historias de templarios y conspiraciones mágicas.

Llegué a Puente la Reina,  pueblo precioso, señorial, sorprendente, nacido por y para la ruta a Santiago. Tiene una rectilínea calle Mayor que arrulla al viajero desde la entrada a la salida.

¡ Es muy fácil sentirse antiguo peregrino al pisar los suelos hechos de cantos rodados !

Al recorrer esta calle Mayor es imposible no prestar atención a una torre que parece tocar el cielo, la de la Iglesia de Santiago que tiene también dos portadas románicas muy bonitas.

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Me encantó el puente románico sobre el río Arga al final de la calle y del pueblo. Sus seis arcadas son del siglo XI y, probablemente, lo mandó construir para el paso de peregrinos la reina Doña Mayor.

Mi querida compañera N-111 me llevó hacia Cirauqui (nido de víboras en euskera), un pueblo medieval en lo alto de una colina que tiene una iglesia con portada románica del XIII muy bonita. ¡ Hubo que sudar un poco al subir por las calles empinadas y adoquinadas hasta llegar al centro !

Los indicadores decían Lorca, Villatuerta …, pero mi destino era Estella, Estella la Bella, como la llamaban los viajeros en el siglo XV.

El curso del río Ega me llevó hasta el origen de Estella, la rúa Curtidores.

Había leído que de una originaria villa pastoril denominada Lizarra (término que designa a un fresno en euskera), se transformó en L’ Izarra que se puede traducir como estrella y que en la lengua de los foráneos, el occitano, quedó plasmada como Estela.

Un paisano me ayudó a aparcar. El señor en cuestión me dijo :

” Aquí el pan es bueno, el vino excelente, la carne abundante y esta ciudad rebosa todas las delicias arquitectónicas. Mire y observe el convento de Santo Domingo que lo tenemos delante. No deje de admirar la Iglesia de San Pedro de la Rúa, el Palacio de los Reyes de Navarra …, en Turismo le darán un tríptico informativo”

Le pregunté sobre el templo que me había recibido y que quedó grabado en mi retina por negruzco, medieval a rabiar y erosionado como una roca de mar. Hablamos de la iglesia del Santo Sepulcro.

Enseguida vi que en este barrio se arremolinan los edificios más añejos. Caminando llegué al entorno monumental de la plaza de San Miguel, un tranquilo y reducido espacio en cuyo centro se sitúa la famosa Fuente de Los Chorros ( la conocen como La Mona).

Frente a ella el antiguo Ayuntamiento del siglo XVIII actual juzgado-; y al otro lado el Palacio de los Reyes de Navarra y la iglesia de San Pedro de la Rúa. Estas construcciones románicas forman un rincón especial de singular encanto y crean esa atmósfera medieval que tanto nos gusta a muchos viajeros.

Era jueves y había mercado en la Plaza de los Fueros. Esta plaza representa el punto neurálgico de la villa y es allí donde podemos encontrar a un vecino si no está en su casa.

Crucé el puente del Azucarero, caminé por la calle Zapatería que enlaza con la calle Mayor, donde están la mayor parte de comercios con solera.

Siempre me han atraído los mercados de los lugares que visito; quizá es porque puedo llenar todos mis sentidos con sus colores, olores, ruidos, sabores y texturas; por eso los visito.

El bullicio cercano anunció mi cita con los productos de la tierra. Había toda clase de hortalizas, pimientos del piquillo y espárragos, quesos artesanos hechos en pueblos cercanos y también caldos de la tierra.

Busqué la pastelería de Ángela que me habían recomendado. Su especialidad son las Alpargatas, pastelitos de hojaldre y crema de almendras. ¡Buenísimos!

Me dijeron que en uno de los soportales de la plaza hay una placa que cita: “Residencia de Carlos de Borbón durante la última guerra civil. Siglo XIX” Hace referencia a las últimas luchas con los carlistas que históricamente tenían aquí uno de sus feudos.

No la encontré, pero nuestro Camino nos llevó al día siguiente al escenario de algunas batallas, el Montejurra, la montaña del carlismo, cerca del Monasterio de Iratxe.

El Monasterio de Iratxe se presenta en medio de campos de vides, como un atento vigilante del acceso a Montejurra.

Es de estilo medieval, renacentista y barroco, y tiene un aire enigmático porque se sabe poco de su origen. La auténtica joya es el Claustro, un remanso de paz y silencio.

Poco antes de entrar en la plaza del monasterio está la famosa fuente del Vino, un grifo “milagroso” que las bodegas Iratxe mantienen abierto, junto a otro de agua, en recuerdo de aquel fruto de la vid que servía de combustible a los antiguos peregrinos, recuperando la mitad de la ofrenda hospitalaria tradicional en la Edad Media, cuando a ningún peregrino se le negaba un trozo de pan y un vaso de vino.

Mi fiel compañera N-111 me llevó entre campos de cereales y viñas por terrenos llanos hasta Villamayor de Monjardín, pueblo que enseguida reconocí por los restos de su castillo que está en proceso de rehabilitación.

Después hacia Los Arcos, localidad con mucho ambiente jacobeo gracias a sus tres albergues. De nuevo me encontré otro pueblo de origen medieval con trazado urbano original; tiene una puerta de la antigua muralla, un puente de piedra y numerosas casas señoriales. Lo más visitado la iglesia de Santa María.

Nuestra ruta por tierras navarras estaba a punto de terminar, pero una agradable sorpresa nos esperaba: Torres del Río.

Es un pequeño y simpático pueblo de casonas barrocas que tienen escudos en sus fachadas y que esconde una joya que deleita a los amantes del románico: la iglesia octogonal del Santo Sepulcro.

Al contemplarla recordé Eunate al instante. Seguramente construida también por los templarios en el siglo XII. Tiene planta octogonal con tres cuerpos, rematada por una linterna también octogonal. En el tímpano de la entrada está la cruz patriarcal, símbolo de la Orden Militar del Santo Sepulcro.

Una nota en la puerta indica quien es la persona encargada de abrir la puerta para poder visitarla. Dos peregrinos en bicicleta se me adelantaron y pude visitar el interior.

Me pareció un templo pequeño si se compara con la altura que tiene. También muy austero, pero de una belleza envidiable. Me llamó la atención una imagen del Crucificado, de bella talla, una de esas joyas del románico que tan atractivo tienen.

Más tarde un rojo atardecer me inyectó una inyección de alegría, estaba muy cerca de fronteras riojanas, allí donde el Camino se junta con la N-111 me encontraría de nuevo con “mi caballero andante”