El futuro nos es desconocido para todos, pero podemos intuir o sospechar cómo se van a desarrollar los acontecimientos a la luz de lo que ha ocurrido y de lo que está sucediendo.
Después de año y medio de pandemia en la que la población con puntuales excepciones se ha comportado de manera ejemplar estamos cansados de medidas excepcionales, de la mascarilla, del aislamiento social y nos gustaría retomar nuestras rutinas anteriores. ¿Será posible en un plazo breve?
En mi opinión la respuesta es sí. ¿En que datos me baso para lanzar esa respuesta aparentemente tan optimista?
En primer lugar en la propia naturaleza del virus. Los virus como todos los seres vivos tiene como misión fundamental reproducirse. Solo pueden vivir en el interior de las células así si son excesivamente potentes acaban con la vida del huésped y su ciclo vital se agota. Así ocurre por ejemplo con el ébola, un virus mortal que precisamente por ello, su rapidez en propagarse es tan alta que mata a las personas que infecta y por lo tanto se rompe su ciclo reproductivo.
El Coronavirus, SARS-CoV2, es un virus tremendamente eficaz en su ciclo vital. En primer lugar tiene un R0, el índice de infectividad, altísimo. Una persona infectada puede transmitir la enfermedad a cinco personas. En el caso de la variente delta el R0 se ha visto que puede alcanzar un valor de hasta 10 personas. Pero además posee otra característica que le permite extenderse rápidamente. Desde que una persona se infecta hasta que desarrolla los síntomas pueden pasar hasta más de siete días. Durante ese tiempo esa persona “sana” transmite el virus a todos sus contactos. Podemos alejarnos de las personas enfermas pero no de los “sanos” que en realidad son ya portadores del virus. Por otra parte tiene un índice de letalidad muy bajo lo que permite que las personas sobrevivan y sigan extendiendo el virus.
Después de haber leído el párrafo anterior el lector se preguntará y ¿donde están los motivos para el optimismo?
Las vacunas de RNA modificado, Moderna y Pfizer, están demostrando ser muy eficaces. También lo son la AstraZéneca o la Jansen aunque con un porcentaje ligeramente inferior. Y sus efectos secundarios han sido hasta la fecha mínimos si comparamos con el volumen de vacunas administrados. Es cierto que han muerto algunas personas y otras han sufrido trombosis o eventos no deseados pero como ya se comentó en otro artículo (véase “El riesgo de vivir”) la seguridad absoluta o la ausencia de riesgo es sencillamente imposible. Tenemos que guiarnos por la ecuación riesgo/beneficio y esto es así para cualquier decisión que tomamos en nuestra vida cotidiana.
La protección frente a la variante delta de ambas vacunas es muy alta incluso después de seis meses de haber sido administrada.
Por otra parte los virus con el paso del tiempo, llevamos ya más de 18 meses de pandemia, tienden a perder agresividad. Se produce un fenómeno de selección natural donde los seres vivos más sensibles o vulnerables al virus son presa fácil del mismo y el resto de la población de manera natural, infección o contacto, o artificial, vacunas, adquiere un cierto grado de resistencia. Este fenómeno descrito así puede parecer cruel. Pero forma parte de la historia de la humanidad y de la medicina. Poco a poco la población diana del virus se va agotando y por lo tanto su capacidad de infectar o su R0 disminuye.
Algunos epidemiólogos afirman que al igual que se hizo con el sarampión es posible que se pueda erradicar el SARS-CoV2. Tal es el caso de Nick Nilson y su equipo de Nueva Zelanda que publicaron en Julio de este año en la revista BMJ Global Health un artículo en la que insistían en que no se debe perder la esperanza de erradicar el virus 1 y creen que esta posibilidad es muy probable.
Para ello es necesario seguir con las campañas de vacunación extendiendolas hasta los 12 años y tratar de alcanzar el 100% de la población diana. Es sin duda un objetivo ambicioso pero no imposible.
Mientras tanto seamos prudentes. Las vacunas no protegen al 100% y hay personas que incluso con la pauta completa se han infectado. Utilicemos la mascarilla en lugares cerrados y concurridos. Las personas con pauta completa es muy poco probable que transmitan la enfermedad aunque no imposible.
Creo que lo peor de la pandemia ha quedado atrás y la «normalidad» volverá a nuestras vidas.
¡Sea!
1We should not dismiss the possibility of eradicating COVID-19: comparisons with smallpox and polio. Nick Wilson,1 Osman D Mansoor,2 Matthew J Boyd ,3 Amanda Kvalsvig,1 Michael G Baker1. BMJ Global Health. July 2021