Historia de Blas Jabaloyas Debón.
Allá por el año 1970, yo tenía 10 años y recuerdo que me iba con mi padre a las dos de la mañana para encender el fuego del horno comunitario de la aldea de Las Eras. Le pegábamos fuego desde las dos hasta las nueve de la mañana (7 horas duraba el fuego encendido) y quemábamos 20 gavillas de leña de romero o leña de carrasca que había sido transportada antes desde el monte hasta la era con los mulos y machos. En la tanda de vecinos calculo que habría, en aquellos años, unas cincuenta familias, y el horno se encendía dos veces a la semana, martes y sábados. (A mi padre le tocaba unas dos veces al año)
El horno se construyó posiblemente hace más de 400 años. Tiene unos cuatro metros de diámetro, la bóveda y el piso están construidos con piedra de arena, que aguanta muy bien la calor durante muchísimos años.
Cuando se iba a cerrar el horno, el siguiente vecino metía las llamadas “lumbreras”, una gavilla de ramas, para que se torrara durante dos o tres días que permanecía el horno completamente cerrado. Esto se utilizaba para que sirviese de alumbrado interior, ya que entonces no había luz eléctrica, y de esta forma las mujeres tenían mejor visibilidad para sacar el pan.
A las nueve se barría el horno y es entonces cuando llegaba el primer turno de mujeres con la masa y la levadura preparada de casa la noche de antes.
Tanto en el primer como en el segundo turno, unas 15 o 20 mujeres amasaban de 10 a 15 panes y tortas según lo numerosa que fuera cada familia.
La harina la compraban a cambio de especias, es decir, por un saco de harina tenían que entregar dos sacos de trigo.
El encargado de encender el horno, debía encargarse de meter la masa y sacar los panes bien horneados.
Cuando se terminaba la jornada, para que no se enfriara tanto, en la puerta del horno (de unos 40 centímetros) se colocaba una tapa de hierro y se masaba arcilla, agua y cenizas para sujetar todas las orillas de la tapa y aguantar así el calor por dentro.
Allá por el año 1975, al disminuir la población de vecinos de la aldea, nos tocaba más a menudo encender el horno y por ello, decidieron cerrarlo. Hasta hoy día se encuentra abandonado y en desuso. Al cerrarse el horno, algunos vecinos se construyeron en sus casas pequeños hornos parecidos y con los mismos materiales pero con un solo metro de diámetro y así, la cantidad de leña para calentarlo era menor.
El horno fue abandonado pero siempre quedará en mi recuerdo todas aquellas noches calentando el horno con mi padre.