Cuenta la tradición que en tiempos de nuestros abuelos la compra-venta de las tierras plantadas de olivos tenía que hacerse en el mismo campo. Así, el dueño antiguo podía presentar al nuevo amo los olivos y que éstos se familiarizasen con él. Si esto no se hacía, era probable que los árboles se negasen a servir al nuevo propietario, tratándolo como a un desconocido.
Tengo delante las imágenes de nuestros olivos nevados, una estampa que quizá tarde en repetirse y que permanecerá mucho tiempo en mi memoria. Siento la atracción que ejercen sobre mi persona; son jóvenes y fuertes. ¡Por favor, resistid estas bajas temperaturas de estos días!
El olivo no pierde las hojas en otoño, las conserva y sólo las cambia cada dos o tres años.
En primavera comienza su ciclo con la aparición de las primeras flores. Estos brotes, llamados «rapas» o «garrones» darán paso a las olivas.
En condiciones normales, por cada cien flores se hacen de una a cinco olivas.
Las primeras olivas son verdes, pero a medida que llega el frío, van madurando y se oscurecen.
El punto de maduración llega entre noviembre y enero. Las olivas están a punto para ser recogidas.
Las nuestras las recogimos antes de Navidad.
Y… ¿ Qué tendrán 476 kilos de olivas que tanta alegría nos dieron ?
Color, sabor, textura, olor, movimiento,… ilusión.
Recuerdo que nuestra aventura aceitunera comenzó hace cinco años cuando plantamos 164 olivos en nuestros yermos, cerca de la viña, todos de la variedad arbequina. Esta clase produce una oliva más redondeada que alargada, de maduración temprana, de un color verde-violeta, reluciente, que soporta las bajas temperaturas de esta zona y produce un aceite finísimo.
El aceite es oro líquido. Los griegos lo consideraban un don de los dioses. Los romanos lo extendieron por todo el Imperio. Los árabes mejoraron los métodos de
obtención. Y de norte a sur del Mediterráneo, el aceite es un nexo que une paisaje y cultura.
Las aceitunas las recogimos a mano, peinando los árboles y en el punto óptimo de maduración. Las colocamos en cajas para que viajaran aireadas y las llevamos, antes de 24 horas, a la almazara para que se haga la molturación y la aceituna no se caliente. Si esto sucediera el aceite no sería aceite de oliva virgen extra.
Tengamos en cuenta que este aceite es el zumo de la oliva, el de más calidad y el más natural. Sale de la prensada sin añadir ni quitar nada, y su grado de acidez no es mayor de un grado.
Os dejo un dicho. Se dice:
«Si per Sant Pere vas a l’olivar i veus una oliva aquí i una altra allà, torna-te’n a casa que oliada hi ha»
Elvira Galindo