In memoriam: Dr Don José Chirivella

Como sabréis, la celebración del 15 aniversario el Museo Paleontológico de Alpuente estaba llegando a su fin. No obstante, no queríamos dejar pasar la oportunidad de contaros una de las propuestas que estaban incluidas en el programa y que hubo que posponer.

Y es que, años atrás, llegaron unos fósiles de dinosaurio al Ayuntamiento y al Museo Paleontológico de Alpuente, donados por la familia del que fue médico de Alpuente, Don José Chirivella. Tras su limpieza y reconstrucción parcial, se planteó la posibilidad de exponer algunos de ellos en el Museo. Indagar y buscar más información sobre el hallazgo y la procedencia de los fósiles que se donan, es tarea habitual de los paleontólogos, por lo que, además de esta información, y a partir de las conversaciones de los paleontólogos con la familia, salió a la luz la afición de Don José a la entomología y su amor por la naturaleza, y la posibilidad de contar con una muestra de la colección de insectos que tenía. Razón suficiente para dedicarle un espacio en el Museo Paleontológico.

No obstante, su figura va más allá de sus aportaciones a las ciencias de la naturaleza propiamente dichas, sobretodo su vertiente más social y su dedicación a su trabajo, merecen ser resaltadas. Persona querida y respetada por tantos alpontinos, la que desde estas líneas y en próximos días se le quiere homenajear, desde el Museo Paleontológico, el Museo Etnológico y el Ayuntamiento de Alpuente; homenaje al que se une la Asociación Cultural Amigos de Alpuente.

Así pues, el próximo sábado a las 18h, nos reuniremos en la Torre de la Aljama para dar a conocer su figura y recordarle. Os invitamos a participar y a compartir con nosotros algunas de las historias vividas entonces, anécdotas o cuánto aquello queráis aportar.

Entretanto, os dejamos con una breve reseña de su vida, elaborada a partir de los textos enviados por sus hijas, María del Montesanto Chirivella y Melitina Chirivella (Santita y Meli respectivamente, para los que las conocéis de cerca), algunas anotaciones tomadas de la revista La Terreta de Massanassa, y las aportaciones de algunos vecinos que han querido recordarle y que le tienen en estima. Desde aquí, nuestro agradecimiento a todos ellos.

¡Os esperamos este sábado!

BREVE RESEÑA DE DON JOSÉ CHIRIVELLA SORIA

Nació el 24 de abril de 1902 en Massanassa – provincia de Valencia-, en el seno de una numerosa familia, ya que era el quinto de siete hermanos, a los que había que añadir otros tantos del primer matrimonio paterno.

Sus brillantes dotes para el estudio llamaron la atención del maestro quien convenció a sus padres para su ingreso en el Seminario, ya que carecían de medios para darle estudios superiores, pero con el tiempo abandonó el Seminario al darse cuenta de que carecía de vocación sacerdotal. Se sentía en cambio atraído por la Medicina, carrera que estudió en la Universidad de Valencia con brillantez y no pocas dificultades económicas. Obtuvo la licenciatura en 1928.

Fue aquella una época para él de poeta, apasionado unas veces y crítico otras. Escribió para sus amigos por encargo y en otras ocasiones en publicaciones, como La Terreta de Massanassa o en diarios de Castellón. De hecho, en el número de agosto de la revista La Terreta de 1983, dedican unas líneas a recordar la figura de Don José María Chirivella, e invitan a conocer su faceta de poeta, puesto que en números anteriores, pueden encontrarse algunas de sus poesías.

Sacó la oposición a médico de Asistencia Pública Domiciliaria y ejerció como médico rural en varios pueblos. En 1931 fue destinado a Benlloch, en la provincia de Castellón, donde conoció a Matilde, con la que contrajo matrimonio en enero de 1935 y allí nació su primera hija. Se especializó en las enfermedades de pulmón y corazón y su fama en el tratamiento y curación de la tuberculosis, azote de la época, llevó a muchos enfermos a alquilar viviendas alrededor de la población a dichos fines. En Benlloch estuvo hasta que en 1938 fue movilizado y destinado como médico en el frente de guerra.

Tras la guerra civil y en sus ratos libres, se dedicó a la apasionada investigación de la naturaleza. En concreto se centró en el estudio del mundo de los insectos. Su amistad con un catedrático de Ciencias del Instituto Francisco Ribalta de Castellón le permitió desarrollar su afición por la entomología, llegando a descubrir y clasificar un par de insectos desconocidos hasta aquel momento.

En 1953 se estableció en Alpuente con su familia, donde estuvo hasta 1972, año de su jubilación. Aquí estuvo asistiendo con verdadera dedicación a sus enfermos, a pesar de las dificultades en los desplazamiento, el duro clima y el elevado número de aldeas, y a lomos de caballerías, no olvidemos, hasta que varios años más tarde adquirió un vehículo. Era generoso, de carácter rudo a veces, pero compasivo. Podrían acreditarlo las personas que en aquella época no podían hacer frente al coste de los medicamentos, y los enviaba a la farmacia con la frase “que lo pongan en mi cuenta” o evitándoles el gasto de la iguala de entonces.

En sus idas y venidas por el municipio, además de su afición al ajedrez y a la captura y clasificación de insectos -algunos de los cuales, se podrán contemplar en las cajas que la familia ha donado al Museo Paleontológico-, llamaban su atención los numerosos fósiles y vestigios del pasado que encontraba en Alpuente. Hizo migas y compartió afición con Pepe Alcusa, entonces secretario del Ayuntamiento, y Luis Calvo, guarda rural, a quien también se le homenajeó desde el Museo Paleontológico hace escasos días.

Los diversos fósiles que habían ido encontrando y que custodiaba en su clínica fueron cedidos hace unos años al Ayuntamiento y van a exhibirse también en el Museo Paleontológico, en un espacio que se ha habilitado en homenaje a él, y en el que también ha colaborado el Museo Etnológico de Alpuente. Entre ellos, algunos de los descubiertos en las inmediaciones de la aldea de El Collado, donde, en un promontorio, se ocultaban unos fósiles que por su forma sugerían que podían ser parte de una extremidad de dinosaurio y cuyo estudio paleontológico posterior confirmó que pertenecieron a un dinosaurio saurópodo de gran tamaño.

No le importaban mucho las cosas materiales, sólo el estudio, el esfuerzo, sus enfermos, su familia. Alpuente le enamoró y aquí se jubiló. Tenía una ilusión secreta, que le dedicaran una calle como recuerdo de su paso.

Falleció en diciembre de 1974

Para completar información, en el número de agosto de La Terreta de 1983 cuentan de él:

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