Es la torre de la Aljama mora (lugar en que los moros destinaban a celebrar sus juntas y reuniones con fines mercantiles o de gobierno) todavía muy bien conservada.
En su origen estaba formada por una gran torre almenada en cuya fachada septentrional se halla una de las puertas que tenía la Villa. Su entrada en forma de arco, era cerrada por una fuerte puerta que como se puede apreciar todavía, caía de arriba a abajo guiada por unas escotaduras y que da entrada a un porche que introducía al viajero en la Villa.
Uno de los laterales de este edificio, el que da al norte, está formado por un cuerpo de torre adosado, sin ninguna abertura al exterior, y que servía de calabozo o mazmorra en épocas pretéritas. Los reos eran introducidos a través de una trampa que había en el suelo del piso superior, bajándolos ensogados hasta la base del edificio.
En el siglo XVI se le añade un amplio salón, decorada su techumbre de realce en estuco con las armas de la Villa rodeada de carcaj y flechas, como distintivo de una población guerrera. En la planta baja, destinada a Juzgado Municipal durante algún tiempo, celebró Cortes D. Jaime de Aragón en el año 1319 y D. Juan II en el año 1383, concediendo franquicias a sus vecinos.