Decía Wayne W. Dyer en su libro “Your Erroneous Zones” que hay dos tipos de personas: los hacedores y los críticos. Algún otro ilustrado del que no recuerdo el nombre ahora jugó con la misma idea, pero cambió los epítetos por escritores de libros y críticos de libros. Las dos opciones juegan con la misma premisa: en esta sociedad nuestra podemos encontrarnos con personas que hacen cosas y personas que critican a los que hacen cosas. A todos nos gusta ser críticos. Al fin y al cabo, es la opción fácil. Se ha demostrado con los recientes acontecimientos ocurridos en este mundo. Hoy en día, cualquiera sentado en su sofá, y con la cómoda armadura del anonimato de una pantalla de móvil o de un ordenador y un pseudónimo con gancho, puede lanzar cualquier comentario sobre el tema que le dé la gana. Le da igual el esfuerzo y el trabajo que haya costado hacer algo. Simplemente, está en su derecho de hacerlo. Porque nos han enseñado que tenemos que luchar por nuestros derechos. Pero se nos olvida que también tenemos obligaciones. Sin embargo, no se está tan dispuesto a cumplirlas. Cosas de la dualidad humana. Quizás sea esto de lo que hablaban los antiguos filósofos chinos cuando introdujeron la idea del Yin Yang. Obviamente, las críticas son bienvenidas, siempre y cuando sean constructivas, aporten algún valor y vengan con una solución o, como poco, una alternativa al problema que critican. Pero eso ya requiere más esfuerzo. Y parece claro que desde un sofá no se hace mucho esfuerzo. Así que los críticos suelen olvidarse de facilitar esa ayuda que debería dar una crítica. Como decía un personaje literario que me cautivó en su momento: no son nuestras habilidades las que muestran cómo somos, sino nuestras elecciones. También decía que pronto todos tendríamos que elegir entre lo que es correcto y lo que es fácil. Así que yo elijo ser un escritor de libros (como tú). Me divierto más con esa labor. Y me siento mejor conmigo mismo. Si lo hago bien o mal, ya lo dirán los críticos, que son ellos los que realmente saben. Aunque algo se estará haciendo bien cuando alguien se toma la molestia de hablar de ello.
2 respuestas a «La comodidad del sofá»
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Este artículo surge a raíz de unos sucesos ocurridos tras las recientes publicaciones de la ACAA y que obtuvieron unas consecuencias del todo inesperadas. Por suerte, se quedan en una mera anécdota que causa por un lado risa y por otro tristeza. Así que su finalidad es hacer pensar al público en general, sin la necesidad de señalar a nadie. Lamentablemente, el motivo por el que se generan estas palabras no es aislado, y suele ser una práctica recurrente que carece de todo sentido. Estás palabras que aquí reflejo son una opinión mía forjada desde mi experiencia al frente de la ACAA durante casi 10 años. Y me reitero en ello: son mi opinión. Y a bien ha estado la actual Junta Directiva permitirme compartirlas con todo vosotros. Pero también son un apoyo, para esa misma Junta Directiva y para ti en particular.
Hola Alberto, gracias por tu artículo y por tu aclaración. Lo has explicado muy bien y por lo tanto no es necesario ninguna otra puntualización. Desde la asociación estamos abierto a todo tipo de opiniones. Sin embargo quienes opinan deben respetar las normas básicas de educación y cortesía que exigimos a las personas en nuestra vida diaria y deben identificarse. De nuevo gracias por tu artículo y por tu apoyo así como el de todos aquellos que nos leen a diario.
Un saludo