Por motivos que escapan a nuestra comprensión, en algún momento del envío de los artículos a la maquetación, el archivo correspondiente al artículo «Alpontinos por el mundo», escrito en esta ocasión por Aída Villar García, sufrió algún percance informático, y parte de la información que contenía se perdió o se corrompió. Por ese motivo, susodicho artículo tiene algunas erratas que aparecen en la edición final del número 13 de la revista «La Taifa de Alpuente». Queremos pedir perdón a la autora, y lo reproducimos aquí en su forma original, para que todos podáis disfrutar de él como corresponde.
Alpontinos por el mundo. Aída Villar García.
Cuando me propusieron escribir esta sección de la revista, estaba en el principio de mi experiencia Erasmus y la verdad es que pensaba que sería más fácil. Ahora que ha llegado el momento de ponerme a contarlo, me he dado cuenta de la cantidad de experiencias que he vivido y la cantidad de historias y momentos que me llevo para el recuerdo.
Este año ha sido un año muy distinto al resto, pero muy bonito. Ha sido un año en el que he conocido muchísima gente y, sobre todo, muchísimas historias. Gente que se podría parecer a mi, pero también gente con unas historias que no tenían nada que ver con las mías. He aprendido mucho con algunas de ellas. En especial he aprendido mucho de mi compañero de casa, que llegó a Italia hace 8 años, cuando aún era menor de edad, solo y sin recursos, y ahora mismo está acabando la universidad. Para mi ha sido un buen ejemplo de superación y de que conseguir tus metas sólo depende de ti y del empeño que pongas en alcanzarlas.
Bolonia es una ciudad llena de vida. Las calles siempre están llenas de gente y de representaciones culturales. Una vez sales de casa hay muchísimos músicos tocando, pintores y demás artistas, todo eso, cuando no llegas a la Plaza Mayor y hay un concierto con gente de todas las edades bailando. Nunca puedes aburrirte aquí.
Si hay un día que me ha llamado la atención de Italia, pero especialmente de Bolonia que es donde lo viví, ese fue sin duda el 25 de Abril, el día de la liberación fascista. Las calles se llenan de puestos, hay más conciertos que de normal, la gente sale a comer a la calle para celebrar la liberación de Italia del régimen fascista. Y si hay una imagen que se me quedará grabada es la de un grupo de señores y señoras de unos 70 años, todos vestidos con camisa de cuadros, comiendo juntos en la calle, con un cartel que ponía “Resistenza” y el por qué de esto es porque ellos eran realmente los que habían vivido e, incluso a lo mejor, habían luchado para poder estar celebrando este día.
Cuando estás tan lejos de tu casa y de tu familia, acabas “creándote” una familia Erasmus, esos a los que llamas cuando te encuentras mal, con los que comes y cenas la mayoría de los días… En definitiva, son esos que sabes que, aunque en la distancia, vas a tener ahí cuando vuelvas a España (y de paso para ir a visitar y conocer más nuestro país) En mi caso, ahora tengo familia ilicitana, murciana, sevillana, malagueña, zaragozana, asturiana, italiana y senegalesa, y de cada uno de ellos me llevo algo bueno a casa y mil recuerdos. En realidad, aunque nos conozcamos solo unos meses, aquí pasamos tanto tiempo juntos que tenemos la misma confianza que si fuéramos amigos de toda la vida. Bolonia no habría sido lo mismo sin Alvaro, Alfonso, Tamara, Ibra, Marina, Leti, María, Clara, Sheila, Ana, Maykel, Jaime, Elisa, Cris, Francesco, Martina…
Cualquiera que me conozca un poco se podrá imaginar cuánto he llegado a hablar de Alpuente. Todos mis amigos (y algunos que ni siquiera he conocido tanto) saben de la existencia de Alpuente, han visto fotos, oído maravillas e, incluso en algunos casos, hemos mirado cuál es la distancia que tienen que recorrer para venir a conocerlo. Sabía que me encantaba nuestro pueblo, pero aquí me he dado cuenta de cuánto.
Para mí, el Erasmus ha sido la mejor experiencia de mi vida hasta el momento, y creo que debería ser una cosa obligada para todos: vivir fuera y lejos de los tuyos te ayuda a abrir la mente, a liberarte de prejuicios estúpidos, a solucionar tus problemas sin tanta ayuda, te hace ser más tolerante, incluso a tener más paciencia y, por supuesto, es la mejor manera de mejorar un idioma, o como en mi caso, aprenderlo de cero. Además, tanto yo como la mayoría de mis amigos tenemos una cosa en común, que todos nos hemos hecho más fuertes y más independientes. Ahora, un problema que en casa nos parecía un mundo, nos parece una tontería, hemos aprendido a gestionar cada euro y a valorar lo que cuesta la vida. A todos nos han dicho desde España que si somos ricos porque nos ven mucho de viaje. Lo que no saben es la manera en la que viajamos. Hemos aprendido a encontrar autobuses que hacen trayectos de más de 100 kilómetros por 1 euro, que si tienes que hacer cuatro escalas con 4 transportes distintos y de 12 horas para ahorrar, pues se hace y no pasa nada. Hasta este año no sabía que habían albergues por 4 euros por Europa. Todo esto que a la gente le parece incomprensible, a nosotros, los erasmus, nos parece nuestra forma de vida.
Bologna dejará para siempre una huella en mi, pero Alpuente también dejó su marca en esta ciudad cuando 11 alpontinos vinieron a revolucionarlo todo y no dejaron indiferente a nadie. Porque la fiesta aquí no tiene nada que ver con las nuestras, y estos once personajes supieron dejar su esencia.
Ahora mismo, mientras escribo esto, me queda menos de un mes para volver y hay una frase que he visto en una calle de la ciudad y describe lo que siento: “Bolonia, sabes que me voy para echarte de menos”.