Sus ojos empezaron a humedecerse lentamente. Parpadeó repetidas veces intentando enjugar el triste líquido que estaba aflorando en ellos. Pero todo intento fue inútil. Enseguida, sus ojos quedaron totalmente empapados. Una pequeña lágrima surgió de uno de ellos, posándose en la parte más alta de una de sus mejillas, justo debajo del párpado inferior. Se quedó ahí plantada durante unos segundos. La inseguridad se adueñó de la pequeña gota mientras intentaba decidir que camino tomar. De pronto, comenzó a deslizarse por la cara. Primero lentamente, pero adquiriendo velocidad a cada centímetro que recorría. Avanzó por su rostro de forma decidida, esquivando todas aquellas pequeñas imperfecciones que hubiera en él. Al cabo de unos segundos llegó al mentón, y allí se quedó suspendida, en un frágil equilibrio, luchando por no caerse. Fueron momentos de gran incertidumbre, pues la pequeña lágrima no quería sucumbir ante tan azaroso destino. Finalmente, la fuerza de gravedad pudo más que sus ansias de supervivencia y la frágil gota cedió ante su poder, precipitándose al vacío. Surcó el espacio que la separaba del suelo inexorablemente, sin poder hacer nada por evitar su cruel destino. De pronto, un fortuito impacto detuvo su avance, quedándose allí, moribunda, sin ninguna posibilidad. El pecho del hombre la mantuvo unos segundos más con vida, en una cruel paradoja, pues el suyo ya no albergaba ninguna. Al final, la frágil lágrima también cedió en su batalla y el viento la evaporó, borrando todo rastro de su existencia.