Cuando entré a formar parte del grupo de personas que escribían artículos/relatos/noticias/opiniones en la web de la asociación, se me pidió que intentara no tocar temas políticos ni religiosos ni sexuales. Aunque creo que estoy bastante seguro de que no voy a tratar nada referente a las dos últimas temáticas, no estoy tan seguro de la primera, por lo que empiezo ya aclarando que ésto es una opinión subjetiva mía y de nadie más, y aunque el resto de miembros de la junta directiva me ha dado su permiso para colgar este escrito, quiero desvincular mis palabras de ellos, sobre todo en el caso de que alguien se sienta molesto, lo que ya aclaro que no es mi intención. No obstante, ya aviso que lo que voy a exponer, en realidad no lo considero ninguna crítica política, sino más bien mi parecer ante unos hechos que considero incorrectos.
Aún así, creo que es de recibo que todos nuestros socios conozcan no sólo las actividades que conseguimos realizar, sino también aquellas que se quedan en el tintero, como es (o va a ser) ésta de la que voy a hablar.
Voy a repetir mis palabras iniciales… cuando entré a formar parte (ahora empieza lo nuevo) de la junta directiva, lo hice con varias propuestas bajo el brazo. Como es lógico, algunas fueron aceptadas y aprobadas y otras no.
En la última reunión de la junta directiva que realizamos, en especial para preparar la asamblea extraordinaria de socios del pasado febrero, pero también con algunas propuestas en previsión de los acontecimientos, volví con una de aquellas primeras propuestas: realizar un ciclo de proyecciones cinematográficas en la “Casa de la Cultura” de Alpuente.
Desde niño siempre había pensado que el salón de actos de la casa de la cultura podía utilizarse para esta actividad. Qué mejor emplazamiento que éste, en el que habían butacas, radiadores, proyector y pantalla. Por eso, en este último intento decidí indagar más sobre el tema y lo propuse al resto de la junta. Para mi satisfacción, ellos aceptaron.
Dadas las condiciones de la actividad (necesidad de un edificio público y aprobación por parte del ayuntamiento), decidimos ir por lo legal (algo que yo ya había contemplado). Pero sobre todo lo hicimos así para tranquilidad nuestra, de los socios y de la asociación. Por esta razón, yo ya llegué a la reunión con los deberes medio hechos: sabía a grandes rasgos lo que necesitábamos, había leído multitud de artículos legislativos, había entrado en foros sobre el tema, había hablado con personas en similares situaciones… en resumen, me lo había currado.
Tras la aprobación, que como he dicho se me dio, empecé a meterme de lleno en el asunto. Lo primero que hice fue hablar con la SGAE. Para mi sorpresa, ellos no nos pusieron ningún inconveniente, siempre y cuando pagáramos el canon de derechos de autor correspondiente. Dado que queríamos hacer proyecciones gratuitas para todo el público (socios y vecinos) y sin ningún ánimo de lucro (no íbamos a cobrar entrada, no íbamos a vender palomitas, ni bebida, ni nada parecido, como algunas personas nos comentaron), el precio a pagar era irrisorio para la fama que tiene esta entidad: unos 18 € por sesión, entendiéndose como sesión, la proyección de dos películas seguidas con una diferencia máxima de 30 minutos entre la finalización de la primera y el comienzo de la segunda. Esto era genial, porque nos permitía proyectar una primera película de índole infantil para los niños, y una segunda para un público adulto, igual que hacían otros colectivos de la zona. Además, era un precio que podíamos asumir. Pero la SGAE también me informó que era necesario obtener el permiso de la distribuidora en España para poder proyectar la película. Por tanto, sólo me quedaba seleccionar las películas, averiguar quiénes eran los distribuidores y hablar con ellos.
Ya que íbamos a iniciar esta aventura, me apetecía que proyectáramos películas con cierto mensaje social, por lo que para esta primera ocasión había elegido “American History X” y “Philadelphia”. La elección de las infantiles se la dejé a una persona versada en este tema, ya que era madre (cosa que yo no soy, ni padre tampoco, por lo que no estoy muy metido en el tema). Me puse en contacto con EGEDA (Entidad de Gestión de Derechos Audiovisuales, en realidad es una sociedad, algo así como una especie de sindicato del sector) y ellos me dijeron que los derechos de “American History X” habían caducado (lo cual era genial porque no habría ningún inconveniente en proyectarla), pero los de “Philadelphia” no, por lo que debía “solicitar” (ya entenderéis por qué lo pongo entre comillas) el permiso de proyección. Para ello, ellos mismos me facilitaron un contacto de una empresa de gestión de derechos de proyección. Al principio desestimé este contacto, porque yo quería hablar directamente con las distribuidoras, esperando que al tratarse de una actividad gratuita y sin ánimo de lucro (me reitero en esta postura), no pusieran muchos inconvenientes (ni legales ni económicos).
Después de mucho navegar por la red y de “googlear”, la encontré y pude hacerme con un teléfono de contacto (ningún correo electrónico). Así que llamé. La distribuidora me dijo que ellos no gestionaban los permisos de proyección, por lo que debía morir en una de las empresas de gestión de derechos de proyección, y me facilitaron un contacto de otra de estas empresas. Así que, resignado, hablé con ellos (con muchos ellos).
Resumiendo, que ya he hablado mucho y aún me queda bastante. Aproximadamente, por la proyección de la película debíamos pagar alrededor de 200 € por pase, lo que quiere decir que si yo quería ponerla dos veces, tenía que pagar 400 € (200 por cada proyección). Y estamos hablando de una película de la década de los noventa, nada reciente ni recién estrenado (algo imposible porque no lo permite la ley), además de que éste era el precio por hacerlo en las condiciones arriba explicadas: sin ningún ánimo de lucro y entrada gratuita para todo el mundo. En el caso contrario, el precio aumentaba (tanto el permiso de proyección como el canon por derechos de autor). Como supongo que habréis supuesto, estas cantidades no se las puede permitir la asociación.
Y esto pasa por intentar hacerlo de forma legal. Cuan fácil habría sido no hablar con nadie y hacerlo sin más, como han hecho otros colectivos, tanto de Alpuente como de otros municipios de la Serranía.
¡Ojo! No os estoy criticando al resto, no es esa mi intención, de hecho os apoyo después de los periplos en los que me he visto envuelto con este asunto (algo que ya hacía de antes también). Tanto es así que hablé con muchos de vosotros antes de enfrascarme en ésto, para conocer vuestras experiencias. Pero yo quería hacerlo de forma legal. Llamadlo manía mía. Y no ha podido ser.
Seguro que el sagaz lector habrá pensado que dado que la película “American History X” no tenía ningún tipo de derecho porque habían caducado, ¿por qué no proyectar películas de esta índole?. Bien, también lo he intentado. Pero nadie, ni SGAE, ni EGEDA, ni ninguna empresa de gestión de derechos de proyección me facilitaba un listado con películas de este tipo. Debía buscarlas yo y preguntar una por una. Algo que, lamentablemente, carezco de recursos para hacer; y la asociación tampoco puede llevar a cabo.
Lo cual me lleva a no entender que después a estas entidades les sorprenda e indigne que la gente piratee. Porque, admitámoslo, con la ley en la mano, yo no puedo comprarme un dvd de una película y ponerlo en una fiesta de cumpleaños de niños. Eso es piratería. Y no hablemos ya de bajarme la película de internet sin pagar nada para uso privado y doméstico, no para venderla.
Mi pregunta es la siguiente: ¿quién es el pirata? Para mi, el pirata es una entidad que intenta ganar dinero con el trabajo de otros. Porque estas empresas que gestionan los derechos, no creo que vayan a pagar mucho al actor, o director, o guionista, o figurante, o estilista, o un sinfín de profesionales que trabajan en el sector cinematográfico. Esta gente ya ha cobrado. Un ejemplo muy claro (salvando las distancias, por supuesto): la trilogía completa de “El Hobbit” ha costado la friolera de 500 millones de dólares (céntimo arriba, céntimo abajo); la primera parte ha recaudado en los cines ella solita algo más de 1.000 millones de dólares, y lo mismo ocurre con cada una del resto de las partes. Haciendo un cálculo sencillo, eso son unos 3.000 millones (de nuevo céntimo arriba, céntimo abajo), lo que suma un 600% de recaudación con un 500% de beneficios.
Y esta gente, estos intermediarios, quieren sacar tajada a costa del intento de personas como nosotros que lo único que queremos es llevar algo de cultura a sus congéneres, sin haber hecho ellos nada por contribuir a la creación de esa obra. Pienso que una actividad como ésta: gratuita y sin ánimo de lucro (creo que ya es la última vez que lo digo en el escrito), debería ser mucho más sencilla de tramitar en lo referente a criterios legislativos y económicos.
Vuelvo a preguntar: ¿quién es el pirata?
No hace falta que respondáis, yo lo tengo claro.
No obstante, aún queda un último cartucho por quemar, aunque aleja un poco la intención primera que yo tenía con esta actividad. Pero me niego a aceptar que no podamos llevar cine legal a Alpuente, aun cuando la posibilidad de éxito es muy ínfima.
Saludos y disculpad mi indignada parrafada.